VEINTIOCHO

498 37 0
                                    

En la autopista, por la derecha de la ventana, comenzó a aparecer la maleza verde y crecida, que se extendía hacia las casa que se levantaban más allá. La camioneta giro por un camino serpenteado de árboles a cada lado de camino pavimentado. Luego de unos metros, aparecieron las primeras aceras de tiendas, pero la mayoría de estas estaban deshabitadas, vacías, en ruinas, como si no hubiera habido nadie dentro hacia mucho tiempo.

La calle se abría en intersecciones hacia callecitas donde las casas se levantaban en techos de dos aguas. Las calles estaban vacías, en realidad, todo parecía estar tan vacío.
La calle principal por donde íbamos seguia unos metros más hasta que la camioneta giro a la izquierda.

Había entrado en un camino de grava. No estaba señalizado y apenas se veía entre los helechos. El bosque, que serpentea entre los árboles centenarios, invadía ambos lados del sendero a tal punto que solo se distinguía a pocos metros de distancia.

Luego, a escasos kilómetros, los árboles se espaciaron y de repente se encontraba una pequeña pradera, ¿o era un jardín? Sin embargo la penumbra del bosque se mantenia; las inmensas ramas de seis cedros primigenios daban sombra a casi media hectárea de tierra. La sombra de los árboles protegía los muros de la casa que se erguía entre ellos, dejando sin justificación el profundo porche que rodeaba el primer piso.

La casa de unos cien años de antigüedad, era atemporal y elegante. Estaba pintada de blanco suave y desvalido. Tenía tres pisos de altura y era rectangular y bien proporcionada.

— ¡Guau! —solté al ver.

— ¿Te gusta? —su voz brotó suave.

Alcé la vista para verlo, no respondí nada.

Un hombre alto de espalda ancha se acercó a la camioneta desde la casa, abrió la puerta.

— ¿Zane? Hace tanto tiempo que no te veía —la voz del hombre refleja la felicidad que provocaba verlo.

Albish se bajo de la camioneta y luego le ayudó a hacerlo.

— ¡Debo estar soñando! —grito Mike.

— ¡Santo Dios, Albish! ¿que lugar es esté? —le siguió Zarth.

—Es donde viviremos estos días —Me miró—. Síganme.

El interior era aún más sorprendente y menos predecible que el exterior. Era muy luminoso, muy espacioso y grande. Lo más probable era que originalmente hubiera estado dividido en varias habitaciones, pero habían hecho desaparecer los muros para conseguir un espacio más amplio. El muro trasero, orientado hacia el sur, había sido totalmente remplazado por un ventanal, y más allá de los árboles y el dosel de ramas, y el jardín, se extendía la orilla de la playa, el mar que salpicada la arena.

Una escalera dominadas la parte izquierda de la estancia. Las paredes, el alto techo de vigas, los suelos de madera y las gruesas alfombras eran todos de diferentes tonalidades de blanco.

Estaba perplejo por esto, por la escena y la magnífica casa en la que estaba. Aunque lo que pensaba justo ahora, era en que ese hombre había llamado a Albish como Zane, no tenía idea de que significaba eso. No lo entendía.

Uno de los hombres nos llevó a la parte de arriba, nos mostró las habitaciones y la planta en general.
Las habitaciones eran bastante espaciosas como lo hubiera esperado. Rectangulares, una cama amplia y basta al centro, un buro de madera a cada lado de esta, un ropero a juego al frente y un guarda ropa por la derecha del cuarto. Todas muy iluminadas con las cortinas blancas y que la luz hacia que se encendieran. A cada uno nos tocó una habitación.

Luego de habernos instalado, nos quedamos en la primera planta en una salita pintoresca a los pies de la escalera. Subieron sándwiches y limonada para todos. Me senté junto a Kyle, que permanecía sentado observando a los otros chicos planeando ir a la playa.

EL CHICO MISTERIOSO© #1 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora