10. Mundiales de Quidditch.

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El verano antes de cursar el cuarto año, mi padre estaba entusiasmado. Iban a ser los Mundiales de Quidditch y le encantaba. Debajo de esa fachada de elegancia, se encontraba un aficionado al Quidditch.

Pasé un verano muy aburrido en casa y le estuve suplicando a mi madre para que me dejara ir a mí también. Al final, al ser la niña mimada que soy, me dejaron ir.

Mi madre no quería ir. Decía que eso solo era un agobio por el cúmulo de personas y que de seguro le daría dolor de cabeza.

Padre me despertó muy temprano. Aun tendríamos un largo viaje andando hasta la Copa. Iba a ser un día largo y pesado.

Me vestí como pude, como el sueño me dejaba. Me puse una camiseta gris, unos vaqueros y unas zapatillas negras; nada del otro mundo. Necesitaba ir cómoda.

Desayuné también como pude, aunque a poco me quedo dormida encima del tazón de leche.

-Padre, ¿cómo vamos a ir hasta los Mundiales?- pregunté, intentando despejarme.

-Iremos a la cima de la colina de Stoatshead e iremos en trasladador.

Sky se vino conmigo para que me hiciera compañía. Lo metí en la mochila a escondidas de mi padre, pero este me dijo que me lo llevara. No sé por qué...

El camino hasta allí se me hizo eterno. Hubo varias veces en las que me arrepentí de haber ido. El sendero cada vez se hacía peor, pero no podía rendirme y seguí. Cuando llegamos a la cima, nos encontramos con los Diggory: Amos y su hijo, Cedric.

Ya habían encontrado el trasladador, pero teníamos que esperar a otra familia más. Para mi desgracia, era la Weasley.

No tardaron mucho y mi padre se fue a saludar al señor Weasley. No parecían llevarse muy bien, y a padre se le veía el esfuerzo tan grande por sonreír. El señor Weasley iba con sus hijos, pero además con Potter y con Granger.

Empezaron a hablar de cosas poco interesantes, por lo menos para mí, y me senté en un tronco hasta que terminaran. A mi padre se le veía muy forzado, pero era tan elegante que si no le conocías lo suficiente, no se le notaba.

Los gemelos se sentaron uno a cada lado mío, seguro que a molestar...

-George, me ha tocado la cara con el ojo azul. ¿A ti?- dijo Fred.

-La cara con el ojo verde.- respondió George.- ¿Es guapa desde tu lado?

Yo miraba al frente sin decir nada. Quiero irme ya...

-Sí que lo es.- dijo Fred, sonriendo de medio lado.- ¿Desde el tuyo?

-También, pero se le ve enfadada... ¿Por qué será?- dijo George.

-Puede que por dos idiotas.- dije sin mirarles, con la vista puesta al frente.

-¡Qué desagradecida!- dijo Fred.- Aun encima que resaltamos su belleza, se queja.

-Igual es porque no hace falta que digáis nada sobre mí.- tajé.

-¿No podemos darnos cuenta de tu buena madurez?- dijo George.

-¿Vosotros?- dije mirándolo, alternándolos.- ¡No!

-Déjala, no vale la pena...- dijo Fred.- Es una Slytherin.

-¡Exacto! Por lo tanto, no deberíais fijaros en mí. Además... ¿Ya no soy Iris-Dos-Caras Moon?- dije con sorna.

-¡Qué rencorosa que es!- dijo George.- Eso fue una broma del pasado, para conocernos en un ambiente divertido.

-Sí, claro, muy divertido.- dije con desgana y con unas ganas terribles de llorar que aguantaba.- Me lo pasé genial cuando tenía 11 años y la gente se metía conmigo. Fue lo más divertido.

Ya no aguantaba más y me levante, temiendo echarme a llorar. Me acerqué a padre y los demás dijeron que ya era la hora para irnos.

Me puse la sudadera, por si acaso rozaba a alguien durante el viaje. Nos pusimos todos a tocar la bota vieja que era el trasladador y yo me puse entre padre y Cedric Diggory. Entonces empezamos a transportarnos.

Cuando toqué tierra firme, me tambalee. No me hubiera caído, si uno de los gemelos no hubiera tropezado y no hubiera caído sobre mí.

-¡Levanta!- le dije a... no sé quién era. Mientras, le daba pequeños puñetazos en el pecho, que parecía no notar.

-¿Por qué? Así estamos muy bien...- dijo con osadía y una sonrisa ladeada.

El chico se estaba acercando y, como un acto reflejo, le di un rodillazo en sus partes. Le debió doler bastante, pero ¿acaso importa?

-Te la has buscado, Fred.- dijo Ginny, la pequeña de los Weasley.

Dejé al chico retorciéndose en la hierba y yo me fui a donde estaba mi padre. Estaba con dos hombres. Nos informaron que nos tocaba el primer prado, como a los Weasley. Un muggle nos indicó donde estaba nuestra tienda.

Sí, nos íbamos a quedar a dormir en una tienda de campaña. A mi padre le parecía una buena idea porque se vivía más el quidditch con el ambiente de la gente. Tonterías...

-¿Estás bien?- me pregunto uno de los gemelos.- Antes parecías enfadada...

-¿Cuándo?- le pregunte, parándome.- ¿Cuándo me molestabais en la cima o cuándo te pegue el rodillazo?

-Soy George.

-¿Y qué? Sois iguales...

Seguí caminando y enfadándome. Voy a pasar dos días cerca de estos dos y su familia. Por no hablar de el famoso Potter y de la sabelotodo de Granger. Lo bueno es que nuestra tienda está un poco más lejos que la de los Weasley y puede que no les tenga que ver mucho...

Lo peor de todo es que Nott no viene y voy a pasar todo el mundial sola con mi padre.

La Slytherin de dos carasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora