La Slytherin de dos caras

34. Mortífaga.

Poco después de ver a Draco, apareció un tal Darío Dolohov. Era el hermano de Antonin Dolohov, el cual también había sido encarcelado.

Voldemort no debía estar dispuesto a perder el tiempo con mortífagos novatos, así que Darío se encargaría de nosotros.

Teníamos una misión conjunta Draco y yo, en Hogwarts, para el siguiente curso. No somos grandes amigos, pero nos llevábamos bien, así que podríamos hacer un buen trabajo en equipo.

Pero lo primero era...

Que nos hicieran la Marca Tenebrosa.

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Draco fue el primero y yo me quedé sentada en el sofá del salón, moviendo las piernas con nerviosismo. Eric estaba en un rincón hablando con un señor mayor, creo que su tío. Cada diez segundos, me miraba. Esta claro que se preocupa por mi, pero es su trabajo. Y ahora me tocaba pagarlo.

-Súbete la manga.- me pide Darío nada más entrar en la habitación.

Hice lo que me pidió. Draco ya había salido, así que me encontraba a solas con el mortífago.

Saca su varita y me mira.

-¿Segura?

-Sí.- En realidad, no, pero tengo que hacerlo. Por mi padre.

Darío susurra unas palabras incompresibles para mi, mientras la punta de su varita toca mi antebrazo. Al principio no pasa nada, pero luego...

Empiezo a gritar. En la zona donde la varita toca mi piel, aparece una calavera. Después, una serpiente rectaba desde mi hombro hasta la muñeca, pasando por la calavera.

Y por fin, se acaba el dolor.

-Bienvenida. Ya eres una de nosotros.

Ya soy una mortífaga.