20. Perdiendo el momento, ordenando mi vida.

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No me puedo creer lo de Igor. ¿Por qué tengo tan mala suerte con los chicos? Tendré que comprar una gatita y que crie con Sky, así me convertiré en una solterona con cientos de gatos. Mejor no, estoy siendo demasiado catastrofista...

Necesito un poco de aire, por lo que me voy a mi lugar favorito: el árbol junto a la orilla del lago. Miro para todos los lados, y al no haber nadie, me suelto a llorar como a cámara lenta, sin prisa.

Oigo unos pasos que se dirigen hacia mí. No tengo ganas de nada ni nadie.

-Seas quien seas, vuelve por dónde has venido.

-Sí que lo has visto...- murmura Igor, más para él que para mí.- Lo siento, pero ha sido un mal entendido. Te lo prometo.- Silencio.- Vale... Puede que al principio sí quisiera, lo reconozco: soy un idiota. Luego te conocí y cambié de idea. Todos tenemos un pasado.- Silencio.- No te voy a obligar a nada. Sé que ya no confías en mí, lo entiendo. Solo decirte que... eres especial. Y no hablo de tu don...

Seguí sin decir nada. Volví a oír pasos, pero estos se alejaban.

Igor se había ido.

¿Sabes esos momentos del pasado en los que te dices cuando los recuerdas: tendría que haber hecho tal cosa? Eso me pasó a mí. Tendría que haberme levantado y decirle que también era especial para mí, que lo quería. Una oportunidad perdida. Para siempre, porque no lo volvería a ver hasta mucho después. Y no en un buen momento.

El tiempo pasó demasiado rápido, al igual que el curso puesto que ya era el último día. No fui al baile porque después de la conversación con Igor no salía de mi Sala Común más que para comer e ir a clase.

No quería hablar con nadie como nadie quería hablar conmigo... Vuelvo a estar sola.

Ahora también sabía las intenciones de los mortífagos.

Me querían reclutar para el señor tenebroso. Lo peor de todo es que San Potter, después de que ganara el Torneo y mataran a Cedric Diggory, dice que ha vuelto y yo ya no sé ni que creerme...

Si es verdad... ¿Qué voy a hacer? ¿Voy a tener que servirle?

Mis compañeros de Casa parecen que tienen la misma incógnita. Algunos están felices, como Malfoy, pero otros estamos asustados. Somos demasiado jóvenes para esto.

Pero esta no es la mayor de mis preocupaciones...

Recuerdo que el último día, mientras iba en el tren, estaba en mi compartimento sola, salvo Sky. Tuve mucha suerte de encontrar uno vacío. No tenía ganas de estar con las chicas, y menos con Pansy y Daphne. Me dolía demasiado la cabeza como para aguantarlas.

Con Sky en mi regazo, note que mi tripa rugía. Tenía hambre, por lo que salí al pasillo para buscar a la vendedora.

No estaba muy lejos, pero tampoco estaba sola. Los gemelos y su manía de estar siempre ahí donde voy yo.

Me acerqué a ellos y me puse entre los dos. Me miraron, sin embargo no dijeron nada. Qué extraño...

Cogí dos ranas de chocolate y pague a la vendedora, intentando devolverle la sonrisa que me mostraba. La mía era casi sin fuerzas.

Ya que no me decían nada ninguno de los gemelos, me giré y me iba a volver a mi compartimento, si no fuera porque alguien cogió de mi túnica.

-Parece que no te molesta que te ignoremos...- dijo... Mierda, no sabía quien hablaba.

-Tengo otra cosa en mente...- murmuré.

-¿Cómo qué?- pregunto el otro gemelo.

No les iba a decir que Voldemort me quería recoger en los mortífagos para ser una herramienta muy útil a su servicio, por lo que intente cambiar de dirección la conversación.

-Como que nunca sé quien es quien de los dos.- dije mirando a cada uno, viendo que los dos a simple vista eran idénticos.

-Muy fácil... Yo soy Fred y él es George. No, espera... Yo soy George y él es Fred. No, no... Creo que antes estaba bien.

-Deja de hacerme el lio.- le digo dándole un puñetazo sin fuerza en el hombro. Estoy un poco débil...

-¡Que daño!- empieza a exagerar... Es Fred, seguro.- Me has partido el brazo.

-Decirme como os diferencio o me vuelvo a mi compartimento.- les digo con los brazos cruzados sobre mi pecho.

-Yo tengo una cicatriz en la ceja.- me dice George.

Me acerco un poco a su cara. Sí, ahí está, un tanto imperceptible pero se nota.

-Acércate.- me pide Fred.

-¿Para qué?- le pregunto, confundida.

-Para que sepas cuando soy yo.

-Pues el que no es George, el que no tiene la cicatriz.

-Tu indiferencia me afecta mucho- dice Fred llevándose una mano al pecho dramáticamente mientras que con la otra mano se seca una lagrima imaginaria.

Me empiezo a reír por la cara de cachorrito que pone Fred, rio tanto que empiezo a toser. Toser sangre no es bueno, ¿no?

-¿Estás bien?- me pregunta George.

-Estas un poco pálida.- añade Fred.

-Sí, solo que... Estoy cansada. Mejor me vuelvo a mi compartimento.

-¿Quieres que te acompañemos?- pregunta George.

-No, no hace falta.

Intento no parecer preocupada y me despido rápidamente de los gemelos para irme al compartimento vacío. Otra vez allí vuelvo a toser por el ritmo acelerado que estaba tomando mi corazón. Lo peor es que sigue saliendo un hilillo de sangre.

Me siento e intento tranquilizarme, estando Sky enfrente mío observándome detalladamente.

No sé cómo ni cuándo, pero Sky no estaba y su lugar es ocupado por un chico de mi edad. El chico que estaba esa noche en el despacho de Moody.

El chico es moreno y, al igual que yo, tiene un ojo de cada color. Los ojos de Sky en los ojos de este chico. Lleva una ropa muy informal: pantalones vaqueros rotos y una camisa mal planchada y remangada hasta los codos.

No puedo creer como Sky se ha convertido en el chico, pero entonces habla:

-Tranquila, Iris, por favor, no te asustes. Soy Eric... aunque tú me llamas Sky.- para un momento por si digo algo, pero estoy muda.- Estás tosiendo sangre... Eso no es bueno, nada bueno... Siento ser yo el que te diga esto pero... estas enferma... y muy grave.

Entonces es cuando el chico llamado Eric, al ver que pasaban alumnos por la puerta del compartimento, se transforma en gato, concretamente en Sky. Yo me lo quedo mirando mientras balbuceo sin saber que está pasando.

Pongo en orden mis pensamientos.

Primero, Voldemort me quiere hacer la mortífaga del siglo por mi don.

Segundo, estoy gravemente enferma. Temo por mi vida.

Y tercero, mi gato, que tengo desde los 11 años con el que he dormido la mayoría de las noches e incluso puede que me haya cambiado de ropa delante de él, es en realidad un chico poco más mayor que yo y, por lo que veo, es un mortífago; le vi la marca tenebrosa antes de que se volviera a transformar en Sky.

Por favor, Merlín, ahora es cuando mi vida se pone en orden, ¿no? Nada puede empeorar... creo.

La Slytherin de dos carasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora