4(Tarde Calurosa)

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Euri

Me siento como un delincuente.

Es lo primero que pienso cuando la puerta es abierta. Doy un paso al frente y miro el pequeño cuarto de interrogatorio en el que me encuentro. Las paredes grises y el suelo se ven sucias, y la farola sobre la mesa de metal que brilla tenuemente, no abarca toda la habitación. El silencio en el momento en el que me siento sobre la silla fría y nuevamente la puerta se cierra, me invade, por lo que juego con mis dedos entrelazados y miro mi mano, nerviosa. No hay mucho que ver en la habitación, nada de mi interés aparte de lo que ya mencioné; no hay ventanas, sólo una puerta, una mesa y dos sillas, y una pequeña cámara en la esquina del cuarto.

Definitivamente me siento como una prisionera.

Otra vez.

Sucio y vil asesino.

Ese era su plan, o al menos es lo que pienso. Tenerme aquí, desviando la atención de un asesinato cometido por él, es un buen despiste. Es una buena manera de que el ojo de todos me gire a mirar y que comiencen a sospechar de mí. Y ahora, si ya dudaba de Mark, mi sospecha por él se ha multiplicado.

Alzo la mirada cuando la puerta es abierta, mis ojos fijándose en la chica que entra con una carpeta en la mano. Su sonrisa es amena al mirarme. Se acomoda frente a mí y, al momento de sentarse, la silla chilla contra el suelo cuando se acomoda, por lo que sus labios se curvan en una sonrisa de disculpa.

Que rara.

—Me presento —y sonríe, acomodando la carpeta sobre la mesa y abrirla. No es muy curioso ver que es mi historial, debido a que tengo uno del que no me siento muy orgullosa—. Soy Kimberley, y me han asignado este interrogatorio. —Entrelaza las manos sobre el escritorio antes de mirarme. Sus ojos ámbar me atraviesan—. Ok, Euri Evans —No me gusta que diga mi nombre y mi apellido con ese tono— tenemos... —y baja la mirada a la hoja, se detiene unos segundos leyendo antes de fruncir el ceño y mirarme con sorpresa— ¿Uhm...?

—No es necesario que lo digas —Niego, desviando la mirada—. Sé lo que hay allí.

—Ok... —Duda, pero parece decidirse al fin y se asiente a sí misma. Su actitud me hace pensar que es una novata, e interiormente me estoy riendo de ello.

Pobre tonta...

— ¿Dudas siempre cada vez que haces esto? —Soy grosera al preguntarlo, pero no es como si me importara mucho.

Su ceño se frunce, y me mira mal. Reprimo una leve sonrisa y desvío los ojos de su presencia para no mirarla, sino, la risa podría consumirme. Parece indignada, de hecho me lo da a entrever, pero sigo pensando y creo que lo seguiré pensando siempre.

Es tan patética.

—Bien, Euri —Retoma la conversación al punto inicial, por lo que mantengo mi rostro taciturno cuando continúa—: ¿Qué nos puedes decir de lo que viste?

Dudo en hablar, frunciendo los labios sin dejar de mirarla. Es rubia, ojos ámbar y fácilmente la confundirían con una tabla de madera, aunque es linda, pero parece tonta. No tengo nada en contra de las rubias, pero... eso de que la mayoría sea un tanto... uhm, me hace pensar que el mito de ellas es bastante cierto.

Además, mi motivo de duda, es por el hecho de que, de hablar y llegar a confesar algo que no debo, me estaría colocando la soga al cuello; ya sea confesar sobre The House —debido a que según Mark es confidencial—, o revelar algo que le indique al posible infiltrado sobre lo que sé —que es nada— de él.

Sospesando mis palabras, abro los labios lentamente antes de hablar—: Lo encontré agonizando —No es mentira, se estaba muriendo el tipo—, aún estaba vivo pero... —sacudo la cabeza, negando— dudaba que tuviera solución alguna, como sabrás —miro el techo, antes de centrar mi atención en ella para demostrar seguridad—, le apuñalaron en el cuello. Estaba asustada, por lo que corrí y... bueno, se lo hice saber a un oficial del campus.

The House of Sex: Atrápame si puedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora