22(Es Hora)

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Euri

Como pensé, Nicole desapareció sin dejar rastro. Se fue y ahora, para mi desgracia, sé que me he convertido en la Polilla Uno, y me pregunto, sí no sólo éramos únicamente nosotras, no dejo de cuestionármelo día y noche, me parece.

Suelto un suspiro, levantándome por fin de la silla plegable en la que me encontraba sentada, y, con la rosa blanca en mano, la dejo caer sobre el ataúd que ya se encuentra en el fondo a la espera de ser cubierto por la tierra. Me pican los ojos debido a las lágrimas y las ganas de llorar, pero es más fuerte mi estado de shock, que no le doy la atención que debería.

Sólo sé, que Fred está muerto, que ya no podrá disfrutar de nada de lo que me contó. Que sus sueños están rotos y, por consiguiente, incompletos.

Y entonces, sólo puedo pensar una cosa una y otra vez:

Esto es lo que sucede, cuando te metes con The House of sex.

Y como duele.

Soy la primera que deja el cementerio, sin poder estar un segundo más. Mis padres me miran con pesar, y eso lo odio. Mis ojos se cruzan con los de Liam, y ver que no hace nada; que no se me acerca, también me molesta, me duele.

En serio, ¿todos mis actos me han hecho perder a los que amo?

Primero éramos nosotros cuatro más Sarah, que participaba siempre que podía. Pero luego, Sarah ya no estuvo más por mi culpa. Siguiéndole a eso, mi discusión con Ester, ése del que huyó y tuvo el accidente; y aunque despertó tiempo después fue asesinada. Luego Liam, que decidió alejarse de mí, que decidió consumir drogas y que ahora, más que nadie, me ignora lo mejor que puede.

Y, justo en estos momentos, Fred, que al igual que Sarah y Ester, se ha ido para no volver.

La vida es injusta, y como duele vivirla.

Suspirando, me voy caminando sin rumbo fijo. Mi vestido negro es delgado, y ni las medias pantis ni las botas, protegen mi cuerpo del frío. Pero como creo que no siento nada, no me importa. Me da igual.

Y si lo sintiera, no me molestaría. Al menos sentir me haría sentir viva, menos muerta, más viva. Más humana.

¿Es justo que la mayoría de las cosas malas les pasen a las buenas personas? No, no lo es. Pero el asunto está, en que yo no soy del todo buena.

Llego a un parque, me dejo caer sobre la grama y me refugio en lo más recóndito de mi mente, mi cuerpo se estremece en silencio a causa del frío, porque pronto, comenzará a nevar.

Me abrazo las piernas. Es así, hasta que siento una mano en mi espalda y un mentón sobre mi frente. Yo suspiro, sabiendo de quién se trata.

Lo vi en el velorio. Y ahora está aquí. Kail me ha seguido.

—Llora —Me pide, en voz baja—, anda, Euri, llora.

—No quiero —sacudo mi cabeza, pero aún mantengo el contacto entre los dos—, ¿de qué me sirve llorar si igual nada será cómo antes? ¿En serio crees que gastaré mi cuerpo en lágrimas, sólo porque sí? ¡Eso no me regresará nada!

—Bien. Entonces grita. Haz lo que quieras, pero actúa como el ser humano que eres ante el dolor, ¿bien? No reprimas lo que sientas.

Me alejo un poco, colérica, sólo para mirarlo a los ojos. El color gris en sus pupilas está más oscuro, está cargado de sentimientos y poco a poco mi mirada se va distorsionando, y, así sin más, la primera lágrima cae y hace su camino por mi rostro.

—Mi culpa —le confieso, sacudiendo mi cabeza—, siempre ha sido mi culpa. Todo ha sido mi culpa, siempre ha sido mi culpa.

Respiro hondo, sintiendo mis sentimientos hacer ebullición.

The House of Sex: Atrápame si puedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora