30(Por favor)

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Euri

Volteé la mirada justo en el momento en que la puerta se abrió. El hombre que entró hizo presencia en el reducido lugar, y se sentó frente a mí, con el ceño fruncido. Sabía que ya les estaba molestando mi actitud, que el que no dé respuestas era frustrante. Pero no quería hablar, y, según yo, si no quería tenía el derecho a permanecer callada.

—Hola de nuevo, Evans —Musitó, echándose hacia atrás en la silla. Lo miré en silencio, él suspiro—, como ayer y... los últimos días, queremos... saber —su énfasis fue más que obvio—, lo que tú sabes. Pero debes decirnos.

Como las últimas veces, decidí mantenerme en silencio. Frustración pura se reflejó en su rostro.

— ¿Por qué no quieres colaborarnos, Euri? —Ni una palabra de mi parte—. Que calles, te perjudica. Hace una semana ya que te encontramos...

—Sé cómo me encontraron, oficial. Así que no se moleste en darme una reseña de lo que vieron. Porque, si hablamos de ver, yo vi...

— ¿Qué viste? —Lo fulminé con la mirada. El hombre bufó, acomodándose al punto de que la silla de metal en donde se encontraba sentado, chillara.

—Le dije que no quiero hablar de ello.

— ¿Prefieres estar en una celda toda tu vida?

Negué, pero no respondí. En realidad, lo que prefería era olvidar todo. Todo y ser feliz.

Sin más muertes.

Sangre.

Y los hechos que me involucraban hasta el punto de enterrarme en mierda y llegar a casi convertirme en una. Y era detestable. Lo detestaba y ya no quería estar rodeada por todo hacia dónde iba.

— ¿Conservarás esta actitud siempre? —Me limité a mirarlo como respuesta, lo que ocasionó el profundo suspiro que dejó ir por su boca—. Bien. Pues veremos si durante el juzgado sucede lo mismo.

Lo vi marchar, por lo que reposé mi nuca contra la silla y miré el techo con pesar.

Cuando fue el día de la sentencia, todo se volteó, por supuesto a mi favor. Mi inocencia fue demostrada, pero nadie creía en mí.

Después de todo, ¿Por qué creer en la que se supone estaba en un psiquiatra, tratando sus problemas mentales? Los entendía. Pero no era mi culpa.

Yo no la maté.

Aunque mi ropa estuviera manchada en su sangre, aunque el arma en mi mano había dejado huellas...

Pero era consciente de algo, yo no la había matado. Yo no, pero ella sí.

O eso era lo que me hicieron creer...

[XXX]

Un suspiro flojo escapó de mi boca al tiempo en el que Mateo bajaba el arma con una débil sonrisa en su boca. No hubo disparo. Pero no por ello mis piernas no dejaban de temblar al punto de casi cagarme en los pantalones. Volví a respirar hondo. Estaba bien y completa, no tenía nada porqué preocuparme. Estaba bien y completa.

—Parece que no hubo bala —Dice, con los labios curvos en una despiadada sonrisa. Da un paso hacia mí, luego otro más hasta finalmente mirarme cara a cara. Sus ojos brillaban con burla y algo más—. ¿Por ahora?

Su pregunta me descoloca. ¿Por ahora? ¡Para la próxima seré yo!

Suelto un suspiro.

—No voy a jugar tu juego —Espeto sin dejar su mirada con la mía—. No tengo por qué hacerlo.

The House of Sex: Atrápame si puedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora