19(Mentirosos)

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Desconocido

Mi hermana entra a la habitación, con los implementos para limpiarla. Se detiene en la entrada, con una mueca en los labios, antes de mirar a la chica que reposa en el suelo. Su muerte es recién, por lo tanto no huele tan mal, pero tener un cadáver no me sienta bien. Arruina la decoración.

—Esto es asqueroso —habla, con una mueca en los labios. Apaga mi reproductor de CD y, con los guantes puestos, mete el cuerpo en una bolsa de basura. Sé que me toca a mí deshacerme de él más tarde; ¿cómo? Depende de mi sentido del humor—. Esto es demasiado asqueroso.

—Calla y limpia. —Le espeto, retomando las pinceladas que le doy al papel. Su imponente ceño fruncido me hace sonreír, pero no responde nada ni hace más queja, después de todo, sólo yo mando aquí; es mi habitación, mi lugar.

La observo en todo momento, mientras ella hace el quehacer lo mejor que puede. Quitar la sangre sobre la alfombra le parece una ardua tarea, pero termina por lograrlo gracias a los químicos de limpieza que le echa. Cuando por fin no hay ni una sola gota de sangre, mi hermana se echa hacia atrás y se recuesta sobre el piso, la habitación, ahora en vez de oler a sangre, tiene el olor cítrico de la mandarina.

—Estaba pensando...

— ¿Tú piensas? —me mofo, lo que hace que la pelirroja me mire mal.

—Sí lo hago, —y pronuncia mi nombre con asco. Asiento—. Pero continuando, estaba pensando sobre dar máscaras.

— ¿Máscaras?

Asiente—, exactamente.

— ¿Y eso para?

—Siempre te la pasas acá... encerrado —me dice, con los labios fruncidos—, así que pensé, ¿Por qué no puede salir una noche al menos? Y entonces me dije, claro, no quiere que nadie le vea.

—La mayoría de los SexH me conocen, Jessica —le escupo, encolerizado—, si no es así, me han visto.

—Pero aun así...

—Suéltalo ya —le digo, con el rostro serio. La joven se acomoda un mechón de cabello tras la oreja, luego de dar un suspiro sonoro.

—Estoy encaprichada...

Alzo mi ceja—, bien. ¿Cuál es mi problema?

—Y, la odio, quiero matarla con mis propias manos —aprieta sus dedos, marcando su punto—, pero es tu Polilla.

— ¿La uno o la dos?

— ¿Las diferencias?

—Repito, ¿La uno o la dos?

— ¡No lo sé! No diferencio, es Euri.

Sonrío—, la dos.

— ¿Por qué las diferencias?

—Porque una llegó después que la otra, y a leguas les veo las intenciones, hermana. Ambas quieren lo mismo.

— ¿Y eso es...?

—Piensa, Jessica. Piensa.

La susodicha bufa, rodando los ojos.

—El punto es —retoma la conversación anterior— que quiero que la asustes.

Alzo mi ceja, mirando la bolsa en donde el cuerpo sin vida de Carla se encuentra. Ella también lo nota, pero sacude su cabeza con frustración.

—Eso fue nada a como sueles jugar —nuevamente pronuncia mi nombre, pero esta vez con molestia—, necesito que la asustes, que la hagas cagarse.

The House of Sex: Atrápame si puedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora