35(Capítulo Final)

772 107 7
                                    

Euri

Me siento sobre la cama mientras acompaso mi agitada respiración. Soplo entre mis pechos para refrescarme, antes de mirar hacia la cámara y asentir levemente.

Me recompongo rápido, por lo que salto fuera de la cama y me estiro, metiendo con rapidez los sentimientos dentro de un cajón. Enfrío mi mente y limpio mis lágrimas, antes de abrir la puerta y salir con sigilo.

Será difícil convencer a Kail...

...si es que sobrevivo.

Me abro paso por el pasillo, recordando y guiándome en dirección a la única habitación sin cámara. Incluso cruzo los dedos para que no haya nadie ahí y pueda proceder al ático. Soy lo más sigilosa que puedo, mientras camino hasta finalmente llegar a la puerta, tomo el pomo en mi mano y me muerdo el labio.

¿Qué sucede? —La voz de Rosalinda hace eco en mi oído—. No debemos perder el tiempo.

—Sí saben que a partir de aquí no podrán ver porque no hay cámaras en el Ático —Susurro—, y quizás con la suerte que tengo, no pueda escucharlas más —Ambas mantienen silencio—, y me tocaría enfrentarme sola a lo desconocido.

Tienes mucha fe de que sea así —Habla Kimberley, ruedo los ojos con fastidio.

—Si no te has enterado, desconocemos ése sitio —argumento, siendo rápida para no perder el tiempo—. Y tampoco puedo fiarme con confianza de que el mapa y las instrucciones estén correctas. ¿Qué tal si no?

La escucho suspirar—, procede.

—Es muy fácil decirlo cuando no estás aquí —Musito, pero aun así, abro la puerta y paso. Mi suspiro es puro alivio al ser consciente de que no hay nadie, pero la habitación está exactamente igual a como el día que me tatuaron. Y como si quisiera decir presente, mi piel empieza a picar justo en donde está el Huevo de Oro—. Bien, no hay nadie. —Les hago saber, dando pasos cortos hacia la esquina derecha de la habitación, la que se encuentra en el fondo. Alzo la mirada hacia el techo, y doy una leve sonrisa al ver la imperceptible cuerda que viene desde el techo y se desliza por la pared hasta llegar a unos centímetros más por encima de mi cabeza.

Es real.

Estiro mi mano, sujetando el pequeño hilo. Luego, jalo hacia abajo.

Lo siguiente que pasa es silencioso, una trampilla se abre en automático, luego, cae una pequeña escalera de cuerda hacia mí. Me muerdo el labio.

— ¿No viene nadie? —Cuestiono, colocando un pie en el primer trozo de madera. Escucho una respuesta negativa, por lo que suelto un suspiro hondo—. Voy a proceder.

Buena suerte —ambas suenan en mi oído, y no puedo evitar rodar los ojos y empezar a escalar. Una vez arriba, lo primero que mis manos sienten es el polvo, pero tomo un impulso y subo por completo. Mis ojos se empiezan a acostumbrar a la oscuridad, y me doy cuenta de que, hacia donde mire, hay torres de cajas y objetos desconocidos. Me estiro para pulsar el botón que cierra la trampilla mecánica, y noto como primero se recogen las escaleras antes de finalmente cerrarse con un sonido que hace eco por el Ático. Suelto un suspiro hondo, mirando el oscuro lugar. De mi vestido, busco en el bolsillo —ese que no tiene el trozo de carne— mi linterna de bolígrafo, que era lo suficientemente pequeña como para pasar desapercibida. Me coloco de pie, sacudiendo mis piernas del polvo.

— ¿Están ahí todavía? —Pregunto, mientras camino orientándome por el mapa mental que empiezo a plasmar en mi cabeza. Sé que no hay nadie aquí a parte de Guardián, o eso es lo que espero—. ¿Hey?

The House of Sex: Atrápame si puedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora