18(Te voy a escuchar)

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Euri

Estoy buscando mis protecciones de rodillas y codos en mi cuarto para poder salir a pasear en mi bici y relajar mi mente, tratar en lo posible de dejar de pensar en lo ocurrido ayer con Kail, necesito liberar mi cabeza; dejar de pensar en eso que me está carcomiendo las entrañas.

Y, por supuesto, dejar de pensar en la "Conversación" que tenemos pendiente para esta noche, la cual pretendo evitar. Pero, conociendo a Kail, veo a la distancia ése hecho.

Cuando por fin doy con mi objetivo y de pasada consigo mis guantes que dejan mis dedos libres, la puerta del cuarto se abre y por ella se asoma mi padre, que me brinda una sonrisa ligera y camina hacia la cama, en donde me encuentro sentada colocándome los cascos para mis rodillas. Nos mantenemos en silencio por lo que parece una eternidad, y se me resulta bastante incomodo.

Papá y yo no somos muy charladores entre nosotros, pero cuando él viene con ánimos de hablar, es porque el asunto se reduce a un problema familiar, a mi estado de ánimo o por el simple hecho que lleva el nombre de mi mamá. Razón por la que nos mantenemos en silencio, sólo haciéndonos compañía.

— ¿Irás a pasear un rato en bici? —me pregunta, comenzando por fin la conversación. Doy un asentimiento de cabeza, mientras me inclino para poder atar mis cordones, lo escucho suspirar—, sólo vas a pasear en bicicleta cuando... andas estresada o...

—Lo sé —le interrumpo, con una sonrisa—, no te preocupes, estoy bien.

Él suspira, negando a sabiendas que no es así. Pero no argumenta nada hasta que me coloco de pie y me giro hacia él.

—Bien, creo que... —señalo a mis espaldas, en dirección a la puerta, con incomodidad—, me iré a dar una vuelta, regreso en la tarde.

— ¿Subirás alguna montaña en particular?

—Sólo la de siempre.

Su suspiro me hace saber que no está muy conforme con eso, pero nuevamente mantiene la discreción. Le doy una sonrisa al palmar su espalda, sin embargo, con sólo una mirada sé que quiere que me quede un momento más. Muestro duda en mi cara al hacer mi mueca, pero al final vuelvo a sentarme a su lado y jugueteo con mis dedos, pero los suyos me detienen cuando comienzo a rascar mi piel.

—Aún lo sigues haciendo.

—No puedo evitarlo —me justifico, mirando hacia la salida; la puerta abierta esperando por mí.

— ¿Estás teniendo pesadillas? —me muerdo el labio, negando—, quiero que hables, Euri.

No —mentira no es, aún no hay ninguna en específico que me quiera atormentar.

— ¿Cómo llevas lo de...Ester? —Mis ojos pican, pero me contengo para no llorar al sacudir mi cabeza en un gesto afirmativo. Los ojos de papá nunca me dejan, siempre se mantienen en mí por lo que evitar mostrarle acciones que no quiero se me hace imposible.

—Aún... lo estoy asimilando, pero intento aceptarlo —miento, con mucho descaro en mi voz—, es algo que...

— ¿Y lo de Rebecca?

Me detengo en seco ante su interrupción, sembrándome en el colchón. Lo miro, sin entender que es lo que pretende lograr, qué es lo que quiere en verdad, pero su suspiro lo delata, sus pupilas también.

—Sé que no lo llevas bien, Euri. Pero te conozco y entiendo que prefieras guardar todo para ti —Suelta un suspiro, atrapando mi mirada con la suya—, pero reprimirte no está bien, los seres humanos debemos llorar o si no nos ahogaremos internamente, ¿entiendes, amor? Llorar no te hará débil, pero si te volverá más liviana.

The House of Sex: Atrápame si puedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora