25(Un juego de tres)

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Euri

La música resuena en mis oídos, mis ojos permanecen cerrados mientras pienso.

Pienso... pienso... pienso...

Y no dejo de hacerlo.

Formo parte del Nido, la piquiña que tengo en mi cadera, en donde mi tatuaje de dos días aún se mantiene cubierto, me lo indica así. No me he quitado el pequeño parche trasparente, por el simple hecho de que no quiero, no me lo creo. Después de todo, de qué sirve, ya sé que me metí en donde no me llaman, y ahora pienso...

Por un lado, están Kail y Harry... por otro están Jared, Lucy y Bruce... y en un lugar ajeno, están Kimberley y Rosalinda.

Y me parece un círculo vicioso, uno al que, con mucha burla, analizo. Confiar en uno y en el otro, pero no confiar en ninguno.

Matar... no matar...

Confiar... no confiar...

Suelto un suspiro, acariciando el arma que tengo sobre el estómago. Estoy sola en mi habitación, con el seguro puesto, mientras siento el peso del arma para volver todo más real, más de lo necesario. Me yergo, aun escuchando música a todo volumen por mi habitación, de manera que me levanto y camino hacia la madera levantada que cubro con mi pequeña mesita de noche. La empujo, sin importarme que ésta chille al ser arrastrada, después de todo, la música amortigua todo sonido malintencionado. Cuando por fin lo logro, me inclino y alzo la madera con tranquilidad, la dejo a un lado y meto la mano en el hueco para sacar la caja de zapatos, una vez hecho, la coloco en mi regazo y la abro, sonriendo.

Hay una foto cinco por cinco, una que mi madre no supo ocultar muy bien.

Ay, Rebecca, ¿Qué cosas hiciste?

Le doy vuelta a la foto, para leer lo escrito detrás:

«Euri de cinco meses, con su querido súper papi.»

Vuelvo a mirar la descolorida foto. Por desgracia para mí, nunca pude ver el rostro del dichoso hombre. La foto, justo en la cara del individuo, está desgastada, pero ahí está, sosteniendo a un bebé, gordita y sin cabello, en unos buenos brazos.

Acaricio la foto, suspirando, antes de inclinarme y tomar el sobre ya rasgado. De ella, saco un acta de nacimiento, y una carta de papel amarillento, y la leo, con mofa y burla tal como lo hice desde que llegó a mis manos.

«No puedo seguir con esto, olvídate de mí y de la niña, por favor. Y déjanos en paz. Vete, y no sigas con esto o te demandaré.

Rebecca.»

—Ahora entiendo por qué me abandonaste, mami —musito, sonriendo con mucha burla, y con rabia—, te enamoraste de un monstruo, pero te diste cuenta de que ellos nunca cambiarán por amor.

«Ahora entiendes por qué estoy aquí, por qué habito tu mente. Eres hija de un monstruo. Y heredaste al monstruo.»

Hago una pausa, mientras pienso con una sonrisita, luego tomo el recorte de periódico y leo, echándome hacia atrás en el suelo.

« ¡Masacre en Defforms!» hago una pausa, fijándome de nuevo en la fecha: hace doce años, justo cuando tenía seis. Uy, pero qué emoción. Continúo: «El pasado Martes fue apresado el hombre de nombre Lenad, tras haber organizado una masacre en la que murieron seis personas y cuatro más resultaron heridas. Según fuentes externas, El Señor Lenad, fue internado en el psiquiátrico que se encuentra a las afueras de la ciudad...» hago una pausa, leyendo las cosas que no son de importancia hasta de llegar a la de interés «...Lenad murió en el acto, luego de que uno de los oficiales durante la persecución le disparara...» bien, vuelvo a omitir, hasta llegar a mi parte favorita: «La niña que el hombre había secuestrado, se encuentra sana y salva con sus familiares...».

The House of Sex: Atrápame si puedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora