8(Pena)

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Euri

Está muerta y está frente a mí.

Yo estoy tocando su sangre.

Mis manos están llenas de su sangre.

Respiro con fuerza mientras intento controlar la creciente ansiedad. Mis ojos están llorosos y aún me encuentro en shock, pero no tardo mucho antes de colocarme de pie y echarme hacia atrás. Me miro aún incrédula las manos, y me fijo también de que mis vaqueros han absorbido la sangre y ahora están manchados y húmedos.

Miro una última vez a Carla, antes de sacudir mi cabeza y salir corriendo de la habitación. En mi camino, mi cuerpo choca con otro y el golpe me hace parar hacia el suelo, la otra persona también termina igual. Me estoy sobando la frente cuando inclino mi cabeza para mirarlo, mi respiración es agitada y observo el ceño fruncido que abarca su rostro, justo en el momento en que mira mis fachas y luego hacia mis ojos, con intriga.

—Es... —Suelto un bufido, asustada—. Hay alguien... Carla...

¿Eres tú la asesina? —me pregunta directamente, sin dejar de mirarme.

—No. Yo no... Es alguien más.

— ¡Estás bañada en sangre! —Protesta, alterado—. ¿Cómo pretendes que no lo piense, cuando estabas corriendo y ahora te encuentro frente a mí manchada en sangre; llena de sangre?

Observo cómo se coloca de pie, sacudiendo su cabeza antes de jalar mi brazo y hacerme colocar de pie. Mi renuencia es obvia, pero él hace lo propio mientras me jala y me arrastra por el pasillo hacia la sala.

— ¡Basta, por favor! Yo no fui —Suplico, sintiendo como se detiene. Respiro mientras alzo la cabeza en dirección al chico—. No sé quién seas, pero yo no fui. Nunca he sido yo.

Me dejo caer al suelo, sintiendo como me rodea y no deja de mirarme. Me abrazo a mí misma mientras reposo mi mentón sobre mis rodillas.

—Encontré... cerca del Gimnasio, ahí hay una habitación en donde está...

— ¿Cómo sucedió? —El desconocido se acuclilla frente a mí, sus ojos marrones escaneándome con sutileza.

—No lo sé.

—Entonces llévame hasta ahí, y veremos si eres inocente.

Soy inocente.

— ¿Cómo compruebas la sangre, entonces?

En vez de responder, pregunto—: ¿Tú quién eres?

—Mateo —Hace una pausa—, déjame ayudarte y dime en dónde encontraste lo que viste.

—En una habitación.

—Entonces vamos a esa habitación. —Protesta, colocándose de pie y ayudándome a levantarme. En vez de guiarlo en dirección a donde me pide, sacudo la cabeza y lo jalo hacia la sala, sintiéndome más segura en un lugar en donde me puedan ver que aquí. Los ojos marrones de Mateo se encuentran entornados por mi renuencia.

—No confío en ti... no sé si en realidad seas tú.

—Te puedo asegurar que no soy yo, porque no estoy bañado en sangre.

Su sarcasmo me cae mal, pero al contrario de protestar a lo dicho, camino con piernas temblorosas hacia la sala. Mi vista se alza hacia la cámara que graba mis ademanes, y no sé por qué el pensamiento de que ése psicópata me esté viendo, se cruza en mi mente.

— ¿Cómo te llamas tú? —La voz de Mateo me hace girar en su dirección, mi ceño se frunce mientras sacudo mi cabeza. Veo reconocimiento en sus ojos, de manera que cuando avanza un paso hacia mí, retrocedo por inercia—. Eres la chica del fin de semana pasado, ¿Cierto? Eres Euri Evans.

The House of Sex: Atrápame si puedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora