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CAPÍTULO 27 | Las cosas como son

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CAPÍTULO 27 | Las cosas como son.

Unos golpes demasiado cerca me despiertan de mal humor, digamos que tan cerca no eran porque la puerta de mi habitación. Me levanto de mala manera y puedo sentir ya las consecuencias de anoche de irme de joda con los bailarines y pasarme de tragos.

—¡Por fin! —la voz insoportable de Germán me caga el día y me revienta la cabeza—. Hace media hora te estoy golpeando, hija.

—Dios, por favor, no grites Germán. —pido juntando mis manos, abriendo más la puerta y dejándolo pasar—. ¿Qué pasó?

Debería tener una excusa o algo para que venga a molestarme a estas horas, igual no sabía ni a qué hora era. Así que camino a la mesa de noche de mi cama, mientras Fernández se sentaba en un sillón, recién eran las 11 de la mañana.

—Vine a buscarte para desayunar, pero ya es tarde, así que alistate o báñate y vamos a ir a almorzar. —dicta gritando, vuelvo a dejar mi celular para ir a verlo dónde quedó sentado—. Tenemos que hablar de algunas cosas.

Me quedo mirándolo sin saber que hacer pero tampoco iba a negarme y ponerme a discutir con el dolor de cabeza, así que me doy media vuelta para dirigirme al baño y darme una ducha.

—¡Apúrate, así te compramos algo para esa resaca! —me grita y cierro la puerta del baño.

Esperaba que está ducha me saqué un poco la fiaca que ya tenía. Duro media hora sin mentir y sin importarme que Fernández se enojaría que tardo tanto, al salir busco ropa me seco el pelo a medias y busco mis anteojos de sol porque no tenía ganas de pintarme ni siquiera de ponerme corrector de ojeras.

—¿Qué tal tu noche? Me contaron que fuiste con los chicos a un club... —comenta Fernández, mientras yo solo asiento por estar tomando el vaso de jugo de naranja recién exprimido, anteriormente me trague una pastilla que me saque la acidez.

—Si, por ser la última noche, fui. La pasé bien... —finalmente contesto para dejar el vaso en la mesa y sentir como mi panza empezaba a hacer ruido al sentir el olor a comida que había en el restaurante.

—Bueno, ¿Ahora que vas a hacer? ¿Volver a Argentina? —pregunta y lo miro mientras el tomaba agua—. ¿O querés tus días libres en un lugar cálido?

Aquella pregunta hace que sonría por primera vez en el día.

—¿Puedo? —pregunto sonriendo, Germán ríe y asiente.

Pero no dura mucho su amabilidad porque levanta su dedo.

—Eso si, no más de tres días. —explica y bajo mis hombros desilusionada mientras que el intenta explicarme el por qué—. Tenés que estar allá, tus padres me avisaron que llegarían el miércoles, Emma.

Y recuerdo a mis padres, llevo la mano a mi cara.

—¡Claro mis viejos! —exclamo y asiento—. Esta bien, dejemos las vacaciones para más adelante, ver a mis viejos por ahora es más importante, necesito estar con familia, los extraño.

Angel | Cristian Pavón [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora