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CAPÍTULO 47 | Los buenos días.


Emma.

Me había levantado muy temprano y con hambre, para ser exactos casi las siete de la mañana. Al mirar el mi cama, a mi lado, Cristian todavía dormía y al parecer demasiado fuerte ya que sentía su ronquido leve no fuerte, pero si algo me causa ternura envés de otra cosa.

Salgo de la cama sin hacer mucho movimiento para no despertarlo. Al salir de la habitación logró trancar la puerta para ir ya si hacía al baño y hacer el mismo trámite de todas las mañanas.

Sobre las siete y media, desayunaba sin apuros revisando algunos correos que no lo hacía hace como tres semanas, tenía algunas novedades y marcas ofreciéndose ser parte de mi primer tour el año que viene, obviamente estás propuestas debía charlarlo con Germán, así que solo los reenvío a su correo para que el los vea después.

Con la taza de café a punto de llevarla a mi boca Cristian interrumpe mi mañana silenciosa, frunzo mi ceño porque al principio me asustó. No lo había escuchado y la razón era porque estaba descalzo y tal cual se había acostado anoche.

—Buenos días. —saludo con una mini sonrisa después de dejar mi taza nuevamente en la mesa de la cocina e interrogo—. ¿Viste el cepillo que deje sobre la pileta?

Cristian se frena bajo el umbral de la cocina para mirarme, apenas sonríe pero después de peinarse con la mano.

—Buenos días. —finalmente corresponde mi saludo, está algo dormido al parecer y camina los que no separa asintiendo—. Si, gracias... 

Cuando voy a contestar Cristian ya se acercó y me beso castamente en los labios, mis ojos se abren un poco, pero decido no mostrarme como que me sorprendió mucho, así que miro la hora en la compu para contestarle.

—¿Estás despierta hace mucho?

—A las siete me levanté, no podía dormir más. —contesto el solo asiente mirando la mesa y decido ofrecerle la primera comida del día, claro no me podía negar eran apenas las ocho y media de la mañana—. ¿Querés desayunar?

Su mirada deja mi taza de café para mirarme y asentir con una sonrisa apretada y pasarse la mano por la cara, es dónde se que lo suyo no es madrugar. Sin esperar más, me levanto a bajar una taza y vaso más, caliento el café aunque no me dijo que quería tomar.

—¿Que tomas? —cuestiono para girarme y verlo.

Nunca habíamos desayunado juntos por lo tanto ni idea de lo que le gustaba.

Él solo se encoge y responde corta: solo lo que tenía preparado. Entonces solo café con espuma, lo único que me salía bien, bajo un plato chico y pongo las dos tostadas que también calenté y la dejo en la mesa, a todo esto Pavón solo me miraba ¿Divertido? Seguramente.

Angel | Cristian Pavón [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora