capitulo cuatro

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Escucho mi nombre. Me están llamando pero me niego a abrir mis ojos. Tengo mucho sueño.

— ¡Amanda!— escucho que me llaman nuevamente al mismo tiempo que recibo un golpe en la cabeza que me saca de mi preciado y hermoso sueño.

¿Pero qué diablos? Lista para decirle unas cuantas verdades a quien haya tenido la osadía de despertarme y encima golpearme, me siento en la cama como un resorte y para mi sorpresa me encuentro a Beatriz parada al lado de mi cama con cara de querer matarme y en sus manos mi oso gigante de peluche ¿con eso me golpeo? ¿Y porque esta vestida con un vestido rosa pálido y unos tacos de muerte? Esta hermosa pero eso no le quita que me haya despertado.

— ¿Se puede saber porque me golpeas y me despierta de esta forma?— inquiero con una mirada asesina.

De los labios de Bea se escapa un pequeño quejido y sus ojos se agrandan como si hubiera dicho la peor de las barbaridades.

— ¡Lo sabia!— exclama— ¡lo sabia! Sabía que lo ibas a olvidar.

— ¿De que estás hablando?

—Sábado. Tu. James. Fiesta. Yo— hace una pausa entre cada palabra.

Mi ceño se frunce pero luego en mi mente todo empieza a cobrar sentido. ¡Diablos! Lo había olvidado. Hoy es sábado y Bea, James y yo quedamos de ir a tomar algo a una discoteca nueva que se estrena hoy por eso anda vestida para dejar a más de uno babeando por ella. Pero llegue tan cansada de la librería al medio día (porque en la librería trabajo hasta el medio día los sábado) que solo comí algo y me dormí.

—Lo siento, se me había olvidado—paso mis manos por mi cara.

—Eso pensé y como la buena amiga que soy he venido a buscarte porque conociéndote como lo hago sabia que te encontraría tirada en la cama y sin estar lista; como siempre.

—Ya bájale al drama, ahora me meto al baño y estoy lista en unos minutos— salgo de la cama y empiezo a quitarme la ropa.

Bea, que aun esta parada al lado de mi cama suspira y se encamina a mi armario y empieza a rebuscar en este. Se lo que hace; me buscara que ponerme. Por eso la amo, es la mejor.

Cuando vuelvo a mi cuarto envuelta en una toalla, encima de mi cama se encuentra un vestido azul eléctrico corto y unos tacos de infarto negros (un regalo de Bea por mi cumpleaños pasado). Sonrió porque la chica sabe como amo ese vestido y esos zapatos.

—Más vale que te apures, tenemos cuarenta y cinco minutos para que James pase a buscarnos— me informa sentada desde mi cama con las piernas cruzadas dejando a la vista la piel desnuda de sus piernas.

Sin más me dispongo a maquillarme primero, quiero algo suave pero que resalte y eso hago, en el pelo me hago un recogido en la sima de mi cabeza, dejando mi cuello el descubierto y dejo algunos mechones que caigan con delicadeza sobre mis mejillas y por ultimo me dispongo a ponerme el vestido, el cual, se pega a mi cuerpo como una segunda piel. Roció perfume en mi. Ya lista me miro al espejo de cuerpo completo que tengo y quedo más que satisfecha con el resultado.

—Y así es como la cenicienta se convirtió en princesa— comenta Bea con una sonrisa en sus labio y yo suelto una carcajada.

—Si esa es tu forma de decirme que estoy jodidamente caliente; gracias— bromeo fingiendo altanería— tu también lo estas nena— le guiño un ojo.

—Ho. !Gracias! aunque ya lo sé— dice con fingida arrogancia.

Ambas soltamos unas carcajadas. En ese momento se escucha una bocina anunciando la llegada de James. Tomamos nuestros bolsos y bajamos las escaleras, en la sala se encuentran mi madre y mis hermanas.

ClandestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora