Capitulo Catorce

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¿Alguna vez se han detenido a pensar en que las cosas que no esperas, esas que no sabes cómo dio inicio algunas veces son lo mejor que te pueden pasar? Dormir y despertar entre sus brazos es, desde ahora, una de mis cosas preferidas. Lo observo mientras duerme plácidamente, luce tan relajado, tan tranquilo. Sus labios están entreabiertos y me provocan unas inmensas ganas de besarlos pero me abstengo de hacerlo, no quiero despertarlo. Un mecho de pelo cae sobre su frente y lo hago a un lado con cuidado. Con sutiliza me salgo de sus brazos, entro al baño y observo mi reflejo en el espejo. Me veo diferente, lo siento, es como si una revolución hubiera tenido lugar dentro de mi. Me siento libre, eufórica, feliz, plena. Sonrió al espejo mientras recojo mi pelo en lo alto de la cabeza, sé que no dudara mucho tiempo el pelo de esa forma porque Andres tiene una manía con mi pelo y siempre que lo ve atado lo desata. Tomo el cepillo dental y lavo mis dientes, cuando termino salgo del baño y vuelvo a la habitación donde encuentro a un Andres totalmente despierto sentado con la espalada recargada en el espaldar de la cama. Mi corazón da un salto dentro de mi pecho en cuento nuestra miradas se cruzan, sus ojos recorren mi cuerpo de pies a cabeza provocado que los nervios hagan estragos en mi y las tortuosa pero deliciosa sensación aparezca en mi estomago bajo.

—Ven aquí—exige con voz ronca. Obedezco como una tonta hipnotizada por su voz y su mirada.

Siguiendo mi instinto subo a la cama y me siento en su regazo. Me mira con tanta intensidad que mi piel quema. Azul contra marrón. Su mano acaricia mi mejilla, acerca su rostro al mío y mis ojos se cierran por inercia en la espera del beso pero él tiene otros planes y con la punta de su nariz acaricia la mía. Deja un delicado beso en la comisura de mis labios y desciende por mi mandíbula, por mi cuello hasta enterrar el rostro en el hueco y aspirar como si quisiera grabar el olor. Mi piel se eriza. Mis labios pican por su atención y el no me hace esperar porque sus labios buscan los míos en un beso deliciosamente perfecto provocando que las sensaciones se multipliquen y sienta mil y unas emociones en mi interior. Al separarnos nos sonreímos.

—Buenos Días—mi voz sale pastosa.

—Muy buenos días—su ronca voz combinada con esa hermosa sonrisa hacen que mi pobre corazón aletee con fuerza—¿Qué te apetece hacer hoy?—cuestiona.

—No lo se—contesto encogiéndome de hombro.

—¿Qué te parece si mientas desayunamos algo lo pensamos?—me  propone.

—Esta bien—

Dándome un último beso en los labios me levanta en vilo como si no pesara nada depositándome a un lado de la cama mientas él se dirigía al baño. Admiro su ancha espalda al caminar y mis manos pican por tocarlo, no entiendo esa necesidad que siento por tocarlo, de siempre querer tenerlo cerca, es algo inexplicable y me asusta porque nunca antes había sentido esto. El sonido de mi celular me saca de mis pensamientos. Es Bea.

—Hola tu—contesto sonriendo.

—Hey ¿Qué tal tu MARAVILLOSO fin de semana?—su tono sugerente no pasa desapercibido para mí.

—De maravilla—me limito a responder.

—¡Oye! Esa no es la respuesta que quería escuchar—rio por su comentario.

—No te contare nada hasta que tú me cuentes a mi—sentencio.

—¡Eres de lo peor!—especta—Pero esta bien. Nos vemos hoy en la noche en tu casa—

—Está bien, te espero—

—Bueno pues te dejo no te interrumpo mas—

—No estoy haciendo nada por ende no me interrumpes—

—Y yo que pensé que tenían sexo como conejos todo el día—hay veces que la boca sin filtro de Bea es un problema. Como ahora.

—¡Beatriz!—grito-susurro.

ClandestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora