Cuando dejo a Amanda en su casa, parto hacia lo que se supone es mi hogar. En cuanto llego, aparco el coche fuera de la casa y le entrego las llaves a Sam para que lo guarde en el estacionamiento subterráneo de la casa. Sin decir una palabra subo los escalones de dos en dos, la rabia de anoche vuelve a correr por mis venas, trato de calmarme pero es que de solo recordar que se atrevió aponerle la mano encima quiero ahorcarla.
Iba subiendo el último escalón cuando la puerta es abierta y por ella aparecen Jenna junto a otra chica del servicio, en sus manos traen cajas y fundas negras. Frunzo el ceño al ver que un pedazo de cristal sobresale por una de las cajas, me quedo fijo en el mismo lugar donde estoy y carraspeo para llamar su atención, en cuanto me ven sus ojos de agrandan.
—Buenos días señor Foster—saluda una nerviosa Jenna.
—Buenos días—respondo serio el saludo—¿Qué es eso que llevan ahí?
Temo que se la respuesta a mi pregunta pero quiero creer que me equivoco.
—He... este—tartamudea la pobre Jenna.
Suavizo un poco la expresión, la pobre mujer no se merece recibir mi ira. Con voz pausada y tratando de controlarme pregunto:
—¿Lo volvió hacer verdad?—ella sabe a qué me refiero, no hace falta que diga nada más.
—Si señor—ella traga saliva antes de proceder—Cuando llegamos esta mañana encontramos todo en el piso, la sala estaba revuelta al igual que los pasillos que conducían a la cocina, encontramos casi todo roto; fotos, cuadros, trastes.
No puedo creer que se haya atrevido hacerlo otra vez ¡está loca! Es la tercera vez en el año que lo hace, cuando se enoja en sus arranques de ira rompe y arrasa con todo lo que está a su paso. Mi ira crece por segundo y esto fue la cereza del pastel, estoy harto de todo esto.
—¿Dónde está?—siseo.
—En su cuarto, aun duerme.
Asiento en forma de agradecimiento y paso por el lado de ambas a toda velocidad, puedo ver que se encuentra todo arreglado y que efectivamente en la sala faltan algunas cosas pero no me importa. Me dirijo hacia las escaleras de mármol y las subo trotando, camino el largo pasillo que me lleva a las habitaciones y cuando estoy frente a la de ella entro sin más y la veo sentada en el baúl que hay junto a una de las ventanas que tienen vista hacia el patio trasero. Aun trae puesto el vestido de la noche anterior, solo que esta vez está roto de un lado, su cabello es un desastre y cuando me mira su cara es otro desastre con todo el maquillaje corrido pero eso no me detiene.
Me acerco a ella mientras recibo una mirada llena de odio de su parte, la aseo por el antebrazo y la hago levantarse, quedamos cara a cara.
—¡No me toques!—me grita e intenta zafarse del agarre pero no la suelto.
—¿Por qué te empeñas en joderme la vida he?—le grito de vuelta—¿Qué parte de que no te acerques a ella es que no entiendes?
—¿Y tú que parte de que no me importa lo que digas no entiendes?—me reta con la mirada—Voy hacer lo que me dé la gana y todo lo que esté a mi alcance incluso así te lleve a ti por delante.
—Quiero que entiendas algo de una vez por todas—siseo pausadamente—Déjala en paz, déjame en paz, no te acerques a ella y mucho menos le vuelvas a poner una mano encima ¿Entendiste?—mi agarre en su brazo se hace mas fuerte—Y en cuanto a lo de hacer lo que te de la gana yo que tu lo pensaba bien, porque si tan solo lo intentas te puedo asegurar que hare tu vida miserable, cada golpes que des, cada cosa que hagas te la devolveré por donde más te duele; a tu pequeño mundo de falacia y mentira que tienes montado, ese mundo donde todos creen que eres la mujer perfecta y llevas el matrimonio ideal.
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Clandestino
RomanceY a veces caer en la tentación es la única salida... Ellos sabían que no estaba bien, que nunca debieron empezar con ese juego tan peligroso de seducción, placer y secretos pero la tentación y la pasión que sentían el uno por el otro era tan fuerte...