Capitulo Veintisiete

157 9 4
                                    

Los días transcurren con rapidez y hoy ya es viernes. Viernes y no podría ser peor. Me encontraba sentada en la mesa cenando con mi familia, hace tiempo que me había perdido en mis pensamientos y jugaba con los restos de mi cena. Su conversación de vez en cuando se colaba en mi mente permitiéndome de esa forma mantener el hilo sobre lo que hablaban. Inspiro por séptima vez desde que me perdí en mi sub-conciente y sigo removiendo los restos con el tenedor recordando mi conversación con Andres ayer por la noche.

Tenía su intensa mirada puesta en mi, esa que logra volverme loca en cuestión de segundos pero en ese momento me miraba como si quisiera decirme algo, sonriendo alzo una ceja en modo de interrogación.

—¿Pasa algo?—curioseo.

Andres me observa por unos segundos más antes de responder.

—Si—responde escuetamente.

Lo miro en espera a que continúe pero no lo hace.

—¿Y me dirás que es o...—

—Mañana no nos podremos ver—me interrumpe pronunciando las palabras como si le costase.

La que lo mira por largos segundos en silencio ahora soy yo y mi pobre corazón en atravesado por una enorme y gruesa flecha de desilusión.

—¿Por qué?—pregunto tratando por todos los medios que mi malestar no sea tan notorio.

—En la empresa acabamos de cerrar un contrato con unos japoneses y para celebrar nos han invitado a una fiesta—hace una muesca como si la idea le desagradara—Y tengo que ir para cumplir con mi papel como accionista, empleado e hijo del dueño que soy—suspira con resignación.

Asiento comprendiendo la situación. Por su tono y sus palabras se nota a leguas que la idea no es de su agrado por otro lado ¿Acaba de decir que es accionista en la empresa de su padre? ¿No se supone que es cuando tu padre muere que los hijos heredan? Lo miro y me acomodo mejor en el taburete apartadome el pelo de la cara.

—Entiendo, es tu deber asistir—Andres asiente y hago una pausa—¿Cómo es que eres accionista en la empresa de tu padre?—curioseo sin poder evitarlo.

—Mis hermanos también lo son, los tres lo somos—me aclara—Mi papa lo quiso de esa forma, fue su regalo para cada uno de nosotros cuando todos cumplimos la mayoría de edad—se encoje de hombros—Pero solo se nos entrego una parte, las otras acciones que el aún conserva se nos entregaran cuando el muera—añade.

Mis ojos se abren al escuchar lo que dice ¿Su padre le regalo acciones el día que cumplió la mayoría de edad? ¡Es de locos! Ósea yo cumplí la mayoría de edad el año pasado y solo recibí una pastel de chocolate con mérmela de dulce de leche, mi preferido. Una salida al cine con mi familia y otra con los chicos a una disco y no es que me queje, nunca lo haría, soy feliz con mi vida y lo poco que poseo pero su declaración solo me hace notar una vez más la gran deferencia que existe entre su mundo y el mío.

—Es un gran regalo—solo comento, no sé qué otra cosa pueda decir.

—Se podría decir—hace una pausa y se remoja los labios, provocando que mis ojos se desvíen de los suyos y siga el movimiento de su lengua ¡concéntrate Amanda!—Si no lo hubiese hecho para mantenernos contentos y cumpliendo sus deseos de que estudiáramos algo que le sea útil en la empresa. Esa fue su jugada para que de alguna forma unirnos definitivamente a la empresa—

¿Es posible que una persona te caiga mal sin conocerla? Yo creo que si es muy posible porque eso me sucede con su padre, cada vez me cae peor. Debo de admitir que el señor sin duda sabe como manipular, prácticamente los manipulo otorgándole poder pero con el tras fondo de tener el control sobre sus hijos, sobre sus decisiones de alguna manera u otra. Fue una movida baja.

ClandestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora