Capitulo Diecinueve

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A pesar de que es domingo y se supone que es el día que todos usan para descansar yo no puedo hacerlo, estoy despierto desde hace una hora, pensando en los últimos acontecimientos de mi vida, específicamente en cierta joven hermosa que no sale de mi cabeza desde que la vi por primera vez, esa misma que ha despertado en mi tanto en tan poco tiempo. Es increíble, parezco un adolecente a su lado en vez del hombre con veintiocho años que en realidad tengo pero con ella todo es tan diferente, su dulce forma de ser hace que me sienta tranquilo a su lado, esa brillante mirada que la caracteriza tiene el poder de dejarme suspendido en el aire pero por otro lado tiene un no sé qué, que me vuelve loco, me enardece como ninguna otra mujer lo ha logrado ¡Estoy jodido! Froto mi rostro con ambas manos como si con eso fuera a espantar los pensamientos que rondan por mi mente. Suspiro, me pongo en pie y desnudo de la cintura para arriba me acerco a la ventana de vidrio por donde el sol se cuela a raudales, desde aquí puedo ver el jardín trasero junto a la enorme piscina que abarca gran parte del espacio, el jardín está adornado con tumbonas, unos cuantos arboles y en un extremo un mini bar. Pensar que estoy rodeado de tanto lujo y aun así me siento asfixiado en este lugar y no es para menos. Apartándome de la ventana camino hasta la mesa de noche, tomo el celular que descansaba sobre esta y veo la hora son las ocho y treinta de la mañana, si quiero llegar a tiempo por ella debo de darme prisa en estar listo, hoy que quedado con Amanda, pasare a buscarla a las diez de la mañana y la verdad es que no veo el momento de verla.

Cuando estoy listo después de un reconfortante baño bajo las escaleras de mármol hasta el primer nivel de la casa y me preparo mentalmente para encontrarme con Zoraida, me imagino que ya estará despierta a estas horas, aunque pido al cielo que no sea así pero mi ruego no es escuchado porque al llegar al comedor la encuentro sentada tomando café aun envuelta en una bata de seda.

—¡Pero qué guapo esta mi esposo en el día de hoy!—sonríe ladinamente—¿Vas a verte con tu amante?—pregunta con sorna.

Le dedico una fría mirada y me encuentro con esos ojos llenos de maldad y perversión puestos en mí. Hago lo que mejor se hacer: ignorarla, hace mucho tiempo que aprendí a no caer en sus provocaciones.

—¡Ay pero que mirada!—ríe.

En silencio tomo asiento lo más alejado de ella posible y en ese momento aparece Jenna, una de las chicas del servicio.

—Buenos días señor—sonríe con educación—El desayuno está listo ¿Se lo traigo?—

—Sí, gracias Jenna—La joven asiente y se retira nuevamente.

Minutos después nos traen el desayuno y sorprendentemente Zoraida no ha abierto la boca para molestar y lo agradezco aunque puedo sentir su mirada una que otra vez. Cuando termino me pongo en pie para irme porque en verdad no soporto estar mucho tiempo en su presencia. No había dado cinco pasos cuando ella decide romper el silencio deteniendo mis pasos.

—Me le das recuerdo a Amanda—musita con cinismo.

Cierro los ojos fuertemente, mis manos se cierran en puños e inspiro para controlarme ¡Sabia que había durado mucho para esparcir su veneno! Pero si quería llamar mi atención, lo ha logrado. Giro sobre mis pies y de dos zancadas estoy frente a ella, me abajo un poco para estar a su misma altura puesto que aun sigue sentada y la encaro. La muy cínica sonríe burlonamente y solo me dan ganas de...

—Te lo dije el otro día—le digo lentamente mirándola a los ojos—Pero si no entendiste te lo repetiré: aléjate de Amanda. No la menciones. No la mires. No te le acerques. No nada—escupo cada palabra con furia contenida.

—No te acerques tanto que no se si podre contenerme—muerde su labio inferior ignorando todo lo que le he dicho—Me encanta cuando te enojas—añade riendo.

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