Capitulo Veinticuatro

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Con un vaso de agua en las manos y la mirada pérdida en un punto fijo de la moderna cocina mis pensamientos me torturan, la angustia y el miedo a lo desconocido me carcomen, la incertidumbre sobre lo que pasara pesa como una pesada losa sobre mis hombros. Son las tres de la mañana, me he despertado entre sus brazos y al verlo dormir tan plácidamente y saber que lo amo y no puedo decirle nada me dejo descompuesta, necesitaba pensar aunque sea en plena madrugada así que con todo el sigilo que pude reunir salí de la cama dejándolo solo y aquí me encuentro, sola en la cocina con mil cosas en la mente. Se las consecuencias de haberme enamorado de él, las tengo clara desde un principio. Andres no cree en el amor, nunca se ha enamorado, el mismo lo dijo. Una de las reglas de esto era "sin sentimientos de por medio" y yo de ilusa pensé que podía con ello, que podía estar con él sin llegar a enamorarme, Bea también me lo advirtió, recuerdo que le prometí que no había de que preocuparse y aquí estoy como una estúpida enamorada hasta los huesos pero ¿Quién puede culparme? Yo no contaba con que él fuera tan perfecto, que fuera esa persona maravillosa que he conocido. Tampoco contaba con que el se volvería como una droga para mí y que yo me hiciera adicta a él. Se perfectamente que si él lo sabe, me apartaría, esto se acabaría y de solo pensarlo me siento mareada y el pecho me duele.

—¿No puedes dormir?—su profunda voz penetra mis pensamientos.

Doy un pequeño saltito en el taburete y por poco el vaso sale disparado de mis manos ¡Que susto me ha dado! Giro la cabeza hacia Andres y lo encuentro apoyado en el marco de la entrada de la cocina, está solo en calzoncillos, tiene los brazos cruzados a nivel de su pecho y su pelo esta revuelto. Trago saliva.

—Lo siento, no quería asustarte—se disculpa con su intensa mirada puesta en mi.

Me quedo observándolo y él a mi por unos eternos segundos, sus ojos se achican mirándome curiosos y me pongo nerviosa ¿Cuánto tiempo llevara ahí? ¿Me abría visto sumida en mis pensamientos? ¡Reacciona Amanda! Me reprendo, parpadeo y me aclaro la garganta.

—Como que se te está haciendo costumbre—bromeo tratando de camuflar mis emociones haciendo referencia a cuando me encontró bailando—Y respondiendo a tu pregunta, tenía sed y baje por un vaso de agua—levanto el vaso mostrándoselo y lo muevo un poco.

Andres no responde, se limita a observarme fijamente y mis nervios van en aumento. Tengo miedo de que vea en mis ojos lo que me muero por gritarle así que aparto la mirada e inclino la cabeza de modo que mi pelo cubra gran parte de mi rostro. Odio ser tan transparente. Pasan unos segundos hasta que siento sus pasos, por el rabillo del ojo veo como abre el refrigerador, toma un vaso y se sirve agua. Con el vaso en mano camina hacia mí y toma asiento en frente. Como siga actuando de esta forma Andres empezara a sospechar que algo pasa y es lo último que quiero, tengo que intentar manejar la situación lo mejor que pueda.

Me pongo en pie y me dirijo al fregadero, puedo sentir su mirada en cada uno de mis pasos. Dejo el vaso junto a los demás traste de nuestra cena, respiro profundamente dándole la espalda y trato de recomponerme. Giro hacia él y con pasos seguros me encamino en su dirección bajo su atenta mirada y sin más me siento sobre sus piernas pasando uno de mis brazos tras su cuello para sostenerme, inmediatamente sus brazos rodean mi cintura y me acomodan mejor entre sus piernas.

—¿Y tu porque te despertaste?—indago mirándolo a los ojos.

—Pues desperté entre sueños y no te vi en la cama acurrucada contra mí como una gata y eso basto para que saliera en tu búsqueda—

El sonrojo cubre mis mejillas.

—No me acurruco como una gata—me defiendo inútilmente. Ambos sabemos que si lo hago y es que no puedo evitarlo, la necesidad de sentir su piel contra la mía es enferma.

ClandestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora