34: la niña que nunca trepó un árbol.

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Resultó difícil encontrar el lugar y el momento justos en el que Hara no se encontrara con su hermano mayor o su mejor amiga custodiandola pero, valiéndose de su astucia, Jinho finalmente había ideado el plan perfecto.

—¿Quieres que suba...ahí arriba?

Sí, quizás no era tan perfecto.

El chico manotea para alejar una mosca molesta y se golpea por error el ojo antes de contestar, por lo que acaba pestañeando de una manera poco atractiva en su dirección.

—Sólo quiero tener una charla.—Explica, fijando su atención meramente en la chica que se encuentra a unos metros por debajo de él.

—¿Y para ello quieres que me suba a un árbol?—Hara cubre sus ojos con su mano, intentando batallar contra el sol y las incoherencias del muchacho—¿Por qué una cosa es indispensable para la otra?

—Que buena pregunta...—Jinho apoya las manos en la rama bajo su trasero y se estira ligeramente para mirar hacia los lados, levantando sospechas.

—¿Te da vergüenza que te vean hablando conmigo en la escuela o algo?—Hara se endereza de golpe, por alguna razón sintiéndose un poco herida al respecto.Jinho no se veía como esa clase de personas pero...

—¡No, no! Para nada.—Él sacude sus manos hasta casi perder el equilibrio—No es nada de eso.Me gusta hablar contigo.

—Ah.—Los hombros de la chica caen ligeramente—¿Entonces por qué quieres que suba?

Jinho observa a todos los estudiantes dispersos por el enorme patio escolar, disfrutando de su almuerzo y charlando.

—Quiero mostrarte algo.—Una sonrisa toca sus labios.

Hara mira el árbol y luego a él, mordiendo su pulgar ligeramente.

—¿Y bien?

—No sé escalar árboles.

Las palabras salen dudosas y algo bajas, pero Jinho alcanza a escucharlas.

—¿Cómo que no sabes escalar árboles?—Ríe, sin poder evitarlo—¿Y qué hacías de niña, entonces? ¿Cómo pasabas el tiempo?

Hara cruza sus brazos y suspira con disgusto, guardando silencio.

—O-ohh...no sabes escalar árboles...—Repite al percatarse de que no es ningún chiste—De acuerdo, entonces.—Aclara su garganta y se aferra al tronco, extendiéndole su mano—Yo te ayudo.

Sus ojos pardos analizan con desconfianza la pálida mano expectante.

—Antes dame una buena razón para subir.—Exige, siendo astuta.

Jinho no lo piensa mucho.La razón, para él, era aplicable para toda circunstancia en la que se había encontrado desde su niñez:

—Porque la vida es corta.

Los ojos de Hara titubean de su mano a su rostro como si sus palabras hubieran generado algún clic en su cabeza.

Así como así, él se gana algún tipo de respeto del cual desconoce su fuente.

—No quieres morir el día de mañana sin haberte subido a un árbol en tu vida o no haber hecho alguna que otra locura irracional, créeme.—Notandola nerviosa, le regala la sonrisa más afable y cálida en su repertorio, buscando inspirarle confianza—Vamos, Hara.No sabes de lo que te estás perdiendo aquí arriba.Si no lo haces ahora, ¿cuándo?

No pensó que sus torpes y tontas palabras la convencieran, pero cuando sus dedos se aferran tímidamente a los suyos, él se llena de orgullo.

—Ni te atrevas a dejarme caer.

—Claro que no, mi capitana.

Ni siquiera escucha claramente lo que le dice: la alegría sofoca el resto.

—Y tampoco me llames así, por favor.—Le advierte la chica, con la respiración agitada, mientras él le indica dónde pisar y a qué aferrarse con su mano desocupada.

—Oh...sí.—Jinho, eres un tonto y te pasaste—Claro, claro.

Por un momento la vergüenza y el arrepentimiento no lo dejan decir nada más, pero al levantar la cabeza hacia él en el último tramo se percata de que Hara está sonriendo y eso lo relaja.Después de eso, él no suelta su mano hasta que está sana y salva, sentada a su lado en la enorme rama.

—¿Estás bien?—Le pregunta repentinamente al percatarse de sus cortas exhalaciones.

—Sí, estoy bien.—Hara suelta una pequeña risa y se quita un mechón de cabello del ojo, mirando hacia el horizonte—Estoy en un pésimo estado físico y necesito ir al gimnasio.¿Qué es lo que querías mostrarme aquí arriba?

—Ah...eso...—Al verla, al ver lo preciosa que se veía bajo los pequeños juegos de luces y sombras que producían las hojas en la línea del sol, casi se le había olvidado—Quería enseñarte la vista de Dios.

—¿La vista de Dios?—Hara lo mira con curiosidad, al menos hasta que sus ojos van a parar hacía abajo y ven a todas las personas populando por el jardín sin notar su presencia, escondidos por el follaje.

—Es lindo, ¿no crees?—Le susurra el chico, mirando todo con fascinación—Es decir, no debe ser tan buena como la suya, pero...

—Tienes razón.Valió la pena subir.—Desliza su atención de regreso hacia él, conmovida—Gracias.

—De nada.—La mira de soslayo, sin saber qué decir a continuación.

Los segundos en silencio pasan.

Luego...

—Leía.

La repentina declaración toma por sorpresa a Jinho.

—¿Qué?

—De niña...—Aclara Hara, regresando su atención hacía él—Me preguntaste qué hacía.—Hace una pausa y piensa al respecto antes de continuar:—Como mis padres no me tenían permitido hacer cosas como trepar árboles, me pasaba el día leyendo o dibujando.

—Suena...divertido.

—Cielos.—Ella contiene una risa, produciendo un sonido muy gracioso con su nariz—Eres pésimo mintiendo.

—¿Lo siento?—Las orejas de Jinho se calientan por la vergüenza y ahora, mientras la mira reír, no sabe si sonreír o disculparse—Pero, oye, si eso es lo que te gustaba hacer es genial.

A pesar de que Hara eventualmente  deja de reír, la sonrisa aún persiste en sus labios segundos después.

—Había algo que querías decirme, ¿qué es?

Ella lo pregunta con precaución, pero claramente está interesada y eso no hace más que aumentar los nervios de Jinho, quien casi se había olvidado de su plan inicial.

—Aún nos quedan tres canciones...—Comienza, dubitativo.

—Sí...—Hara quita una hoja de su cabello.

Es el momento.

El momento de arrojarse por todo o nada.

—¿Qué opinas de ausentarnos los viernes a clase para viajar en tren?

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