Capitulo 45: Saudade

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"Por muy bien hechos que estén los puntos de sutura, 

se vive con dificultad cuando nuestras vísceras han sido substituidas por la añoranza de una persona;

 parece que ésta ocupara más lugar que aquéllas, 

la sentimos continuamente, y además

¡qué ambigüedad verse obligado a una parte del propio cuerpo!"

Marcel Proust 


03 de julio (Martes)

Los ojos de Zoro se abrieron con infinita pesadez volviendo a cerrarlos con fuerza cuando un rayo de sol los golpeó de lleno y lo hizo maldecir por lo bajo.  Se escondió bajo las sábanas con ganas de dormir un poco más, pero sabiendo que sería imposible. Con un bostezo se sentó en el borde de la cama y miró el reloj en la cómoda que marcaba las 6:15 am dando inicio a su nueva rutina; aunque ya no lo era tanto después de tres meses viviendo en ese lugar.

Salió rumbo al baño, haciendo una escala en la cocina para encender la cafetera, y se dejó acariciar por la frescura del agua, llevándose los restos de pereza y polvos de Sandman por la coladera. Regreso al cuarto, de donde salió vestido, y se dispuso a preparar algo para comer antes de irse. El rubio se había encargado de enseñarle varias recetas sencillas para que las hiciera él mismo y no dependiera de los bentō de los konbini o comida enlatada.

Dejó escapar un suspiro. Aunque a Zoro le hubiera dado igual cualquier hueco después de que tuviera una cama, aire acondicionado y calefacción; ese no era el caso de Sanji. Él se aseguró de escoger un bonito apartamento con una buena ubicación para que su desorientada pareja se ubicara con facilidad.

—No sé porque estas malditas calles se me resisten —reclamó al aire cansado. Tal vez Zoro no tenía memoria fotográfica, pero estaba seguro de tener buena receptiva, aun así, ¿porque las condenadas calles hacían hasta lo imposible para perderlo? Aunque debía admitir que el vendedor de bienes raíces había hecho un excelente trabajo consiguiéndole ese bello apartamento con el presupuesto que tenía para costearlo.

Sus negros orbes recorrieron desde la sala, donde el televisor que tenía en su antigua habitación, y el cual casi nunca encendía, colgaba de la pared. Tenía un modesto sofá gris lleno de cojines de colores, cortesía de Perona —de hecho, todo estaba decorado a su gusto—, y una pequeña mesa de madera en el centro, sobre una alfombra de rayas en tonos tierra. Un modesto juego de comedor de cuatro puestos con un florero con flores plásticas. La cocina no era muy grande, pero tenía lo necesario para el poco tiempo que pasaba en casa.

Fue imposible que la melancolía y la nostalgia escaparan de su interior con una exhalación. Todo le recordaba a él. La sombra de su presencia se paseaba por la casa para recordarle lo inevitable, que él no estaba ahí.

«Se suponía que estaríamos viviendo juntos ahora», pensó más de una vez con lágrimas en sus ojos y una daga en su pecho cuando la tristeza y la soledad se hacían insoportables.

Aunque Sanji no era el único a quien extrañaba. Ya no había un padre que lo despertara con portazos ni una hermana ruidosa que le sirviera el desayuno, mucho menos charlas banales y situaciones del día a día alrededor de una mesa familiar. Ahora solo era él y tres sillas vacías enfrente. Resopló melancólico, los extrañaba demasiado.

Desbloqueó su celular leyendo los mensajes que los Mugiwaras habían publicado en el chat del grupo mientras dormía; en su mayoría memes y chistes malos, así como un poco de cómo les iba. Sonrió cuando en medio de esas conversaciones pudo leer el nombre de su Cocinero y la foto que tenía de perfil.

I Promise (Zoro x Sanji)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora