Capítulo 61

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Diego
Miguel: tan bonita como siempre…- fue lo que escuché cuando abrí la puerta para buscar a mi novia.

Verla tan cerca de Miguel me enfureció a tal grado que estuve a punto de partirle la cara para que le quedara claro que no podía tomar esas confianzas con mi novia.

Los dos se separaron de inmediato en cuanto me vieron y por el bien de Miguel era mejor que sea así, él se aclaró la garganta y entró a mi casa.

Roberta: Diego yo…

Diego: ¿Qué fue eso?

Roberta: nada, es que… me entró un bicho en el ojo y él me estaba ayudando, eso es todo.

Diego: ¿dónde está Mía?

Roberta: fue a llevar el postre que Miguel trajo, yo le estaba ayudando pero prácticamente quedé ciega y no pude hacer mucho- suspiré analizando lo que decía, era obvio que algo no cuadraba y su nerviosismo la delataba pero estaba completamente seguro de que Roberta me ama y sea lo que esté pasando no tiene nada que ver con que me engañe con Miguel.

Me acerqué a ella y tomé su rostro entre mis manos para mirar sus hermosos ojos antes de besar sus labios por un par de segundos.

Me acerqué a ella y tomé su rostro entre mis manos para mirar sus hermosos ojos antes de besar sus labios por un par de segundos

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D

iego: ¿entramos?...- pregunté cuando rompimos el beso.

Ella simplemente asintió y tomé su mano para al fin entrar a mi casa.

La cena transcurrió con normalidad, sobre todo las cosas entre Miguel y Roberta, así que ahora estoy seguro que como dijo ella, ese acercamiento fue sólo un momento sin importancia.

Él estaba con Mía y aunque me cueste admitirlo mi hermana se ve muy bien con él, parece más animada y nadie le borra la enorme sonrisa del rostro.

Por otro lado mis padres y mi novia parecían cada vez más nerviosos a tal grado que Roberta sólo ha hablado lo necesario mientras estábamos cenando, lo cual es extraño porque mi amada novia no deja de hablar nunca.

Después de la cena mis padres estaban en el salón, al igual que Miguel y Mía y seguramente estaban dándole la charla a Miguel.

La típica que te dan los suegros recomendándote cuidar de su hija.

Sólo recordar la que Franco tuvo conmigo me hace pensar que al final de todo no pasaría nada si nunca en la vida vuelvo a tocar a Roberta.

Roberta: ¿Qué haces?...- preguntó entrando a la cocina y abrazándome por la espalda.

Diego: estaba buscando algo para beber pero encontré esto….- me giré mostrándole la rebanada que había quedado del pastel que Miguel trajo a la cena.

Roberta: qué rico…

Diego: lo sé, pero sólo hay uno así que tendremos que compartir- le mostré las dos cucharas que llevaba en la mano y ella asintió sonriendo mientras tomaba una de ellas- ¿Vamos al jardín?

Tomé su mano mientras llevaba nuestro postre en la otra y nos sentamos en la vieja hamaca que había en medio del jardín.

Roberta: ¿Dónde están todos?- dijo tomando el primer bocado del pastel.

Diego: en el salón, creo que mi padre está haciéndole las típicas recomendaciones a Miguel.

Roberta: espero que no sea como tú… porque desde que hablaste con mi padre no hemos estado juntos.

Diego: pues yo esperaría que sí y que jamás en su vida toque a mi hermana… además con todo lo que tu padre me dijo me hizo pensar que el celibato no es tan mala idea.

Ella soltó una carcajada y se acercó a mí mientras pasaba su mano sobre mi pecho.

Roberta: ¿De verdad crees eso?- dijo mientras besaba lentamente la parte trasera de mi oreja.

Diego: si lo pones de esa manera me haces dudar un poco- dije con la voz entrecortada.

Roberta: ¿Un poco?- dijo continuando con los deliciosos besos.

Diego: bueno tal vez no…- tomé su rostro para apoderarme de sus labios en un lento y profundo beso, ella soltó una pequeña risita mientras se recostaba en la hamaca y sin darme cuenta ya estaba prácticamente sobre ella.

Afortunadamente había dejado nuestro postre sobre la mesa segundos antes y ahora estaba intacto.

Roberta: me muero por estar contigo pero… creo que debemos esperar un poco más- dijo con la respiración entrecortada.

Diego: ¿Esperar?... ¿Porqué?- pregunté sin dejar de besarla.

Roberta: porque estamos a mitad del jardín y tú familia está en…

Escuchamos que alguien se aclaraba la garganta y dejamos de besarnos para después mirar a mi hermana que estaba justo en la entrada de mi casa con una mano en la cintura y una sonrisa cómplice, al igual que Miguel que estaba detrás de ella.

Me aclaré la garganta y me incorporé ayudando a Roberta a hacer lo mismo, ella acomodó su cabello mientras yo alistaba las arrugas que se habían formado en mi camisa.

Mía: lamento interrumpir pero… mamá y papá te esperan.

Diego: ¿A mí? ¿Para qué?...- mi hermana de aclaró la garganta y me miró nerviosa.

Mía: no lo sé, pero están en el salón.

Roberta
Mi amiga y yo estábamos en el salón mientras todos ahora hablaban en el despacho.
Roberta: ¿crees que se lo digan ahora?

Mía: espero que si… ya es hora de terminar con esto.

Roberta: tengo miedo… no quiero que sufra.

Mía: es obvio que le dolerá pero tanto él como Miguel merecen ser hermanos de nuevo.

Mi amiga tomó mi mano y ambas nos miramos muy preocupadas.

Cuarenta minutos después los nervios me consumían, había mordido mis uñas casi hasta llegar a la cutícula y mis pies no dejaban de temblar.

Miraba mi celular cada dos segundos para revisar la hora, mi amiga y yo estábamos alertas ante cualquier ruido por mínimo que sea pero el silencio que provenía del despacho de Martín me inquietaba aún más.

Mía llevaba más de veinte minutos dando vueltas alrededor del sofá pero no podía culparla yo estaba mucho más nerviosa que ella.

Me cubrí la cara mientras suspiraba profundo tratando de tranquilizarme pero el poco avance que había conseguido desapareció cuando escuchamos la puerta del despacho abrirse.

Mi amiga se detuvo de golpe y yo me puse de pie para quedar las dos frente a esa puerta esperando que alguien saliera.

Yo estaba lista para abrazar a mi novio y consolarlo aunque sea un poco y estoy segura que Mía haría lo mismo con Miguel e incluso con su hermano.

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