Capítulo 63

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Diego
Desperté cuando el sol comenzaba a iluminar la habitación, miré a mi novia pero ella seguía completamente dormida.

Busqué mi celular para revisar la hora; siete y quince de la mañana, demasiado temprano.

La batería de mi celular estaba por agotarse y además necesitaba ropa limpia.

Miré a Roberta y de verdad parecía un angelito con cabello colorado, mordía su labio inferior de vez en cuando como  si imitará el puchero de un bebé. Su nariz respingada me parecía la más bonita que he visto y debo aceptar que la envidio un poco por eso, pero de verdad espero que nuestros hijos tengan la nariz de su madre.

De pronto me sorprendí a mí mismo... ¿Hijos? Yo nunca había pensado en hijos, siempre me imaginé como el tío que consentía a los hijos de Mía o incluso si en algún momento era posible adoptar a un pequeño para darle un buen hogar.

Jamás me había visualizado la vida familiar, nunca había pensado en una esposa, una casa y esas cosas que muestran en las películas; nunca había pasado por mi mente hasta que me dí cuenta de lo que siento por ella

Por esa complicada pelirroja que revolucionó mi vida.

Me levanté en silencio tratando de no despertarla, aunque sé que es imposible despertarla tan temprano así pasé la misma orquesta por aquí.

Era muy temprano y seguramente tenía tiempo para recoger mi cargador y traer algo de ropa de mi casa o hasta darme una ducha antes de volver, incluso podría prepararle el desayuno y cuando regrese ella seguirá profundamente dormida.

Me levanté de la cama y me vestí con la ropa que llevaba la noche anterior.

Tomé las llaves de la casa de mi novia y salí en silencio.

El vecindario aún estaba en silencio y completamente vacío como era común un sábado por la mañana, a excepción de las pocas personas que corrían o hacían algún ejercicio en su jardín.

Entré a mi casa y todo estaba en silencio, subía las escaleras cuando escuché que una puerta se abría por lo que corrí hasta mi habitación para evitar que alguien me vea, no es que me esconda de mi familia pero de verdad quería regresar antes de que Roberta despierte.

Tomé una ducha rápida mientras mi celular se cargaba, en cuanto termine tome de nuevo todo lo que llevaba y salí en silencio de nuevo.

Estaba bajando las escaleras cuando escuché la voz de mi padre.

Martín: entiende que no Mabel... las cosas deben seguir como hasta ahora.

Mabel: me parece totalmente injusto, tanto para nosotros como para él.

Martín: ¡he dicho que no!- dijo elevando la voz- y es mi última palabra.

Él salió de la casa cerrando la puerta con fuerza, bajé un poco más y vi a mi madre sentada en el sofá del salón mientras se cubría el rostro.

Diego: ¿mamá?- Ella levantó el rostro mientras me acercaba a ella- ¿todo bien?

Negó y me senté a su lado mientras la abrazaba tratando de consolarla.

Mabel: lo siento mi niño...- dijo en medio del llanto.

Diego: no te preocupes...

Mabel: yo sólo quería protegerte…

Me separé de ella y tomó mis manos de inmediato, entonces entendí que no se disculpaba porque haya visto la pelea con papá si no por algo que la angustiaba mucho más.

Diego: mamá… ¿de qué estás hablando?

Ella me miró y suspiró profundamente.

Mabel: es justo que sepas la verdad cariño, es tu derecho... pero antes necesito que tengas claro que yo… nosotros te amamos con toda el alma…- limpió sus lágrimas y me miró de nuevo como si estuviera buscando las palabras correctas para hablar, se aclaró la garganta antes de comenzae- cuando tu papá y yo nos casamos estábamos muy ilusionados con formar una familia, pero algo no resultaba y yo no podía embarazarme… lo intentamos una y mil veces hasta que…- se detuvo y pasó saliva.

Diego: ¿hasta que me tuvieron a mí?- ella negó conteniendo el llanto.

Mabel: mi amor… tu llegaste a mi vida cuando más te necesitaba… pero yo no soy tu mamá Diego...- habló con los ojos inundados en lágrimas pero con la mirada más dulce que jamás haya visto en ella, cuando al fin pude procesar sus palabras sentí como la sangre abandonaba mi cuerpo y todo alrededor dejó de existir, ella lloraba mientras se aferraba a mis manos.

Diego: ¿cómo?... ¿es broma verdad?...

Mabel: no hijo.

Diego: entonces… ¿no soy su hijo?

Mabel: no…- suspiró- no de sangre.

Las lágrimas comenzaron a invadir mi rostro y necesité unos segundos para tratar de controlar mi respiración, aparté mis manos de las de mi mamá y ella cerró los ojos comenzando a sollozar.

Diego: ¿soy adoptado?- ella solamente pudo asentir- ¿por qué nunca me lo dijeron?

Mabel: queríamos hacerlo, pero fue pasando el tiempo y pensamos que lo mejor era que nunca te enteraras…

Sollocé de nuevo, había tantas preguntas en mi cabeza y tanto dolor en mi corazón, quería saber todo de mi vida y al mismo tiempo quería salir corriendo de ahí.

Diego: no lo puedo creer… ¿por qué… por qué me hicieron esto?- la miré inundado en lágrimas.

Mabel: yo te amo muchísimo Diego y todo lo que hice fue para protegerte… me enamoré de ti desde el primer momento en que te tuve en mis brazos y para mí es como si te hubiera llevado en mi vientre… siempre fuiste mi hijo aunque no llevaras mi sangre.

Diego: pero… mi mamá… ¿quién me trajo al mundo?

Mabel: lo único que sé es que tu madre murió al momento de darte a luz y creímos que no había ningún familiar tuyo hasta que… Miguel apareció.

Diego: ¿Miguel?... ¿qué tiene que ver él en todo esto?- pregunté confundido.

Mabel: él es tu hermano… tu hermano de sangre- estaba en shock, era tanta información por procesar en tan poco tiempo.

La vida con mi familia comenzó a pasar frente a mis ojos, todos los buenos recuerdos e incluso los malos momentos que compartimos.

Diego: ¿Mía también es adoptada?- ella negó sonriendo levemente entre lágrimas.

Mabel: ella fue mi pequeño milagro… cuando perdimos las esperanzas dejamos de intentarlo, después te encontramos a ti y nuestra felicidad estaba completa… hasta que un día me dijeron que estaba embarazada y después de muchas complicaciones y meses de cuidados tu hermana nació sana en contra de todas las probabilidades.

Diego: ¿sabe que... que soy adoptado?

Mabel: ella se enteró cuando Miguel apareció.

Diego: ¿y aun así me lo ocultó todo este tiempo?- pregunté molesto.

Mabel: no te molestes con tu hermana cariño, ella al igual que nosotros creyó que hacía lo correcto.

Diego: ¿lo correcto?... me mintieron toda la vida…- sin poder evitarlo comencé a llorar de nuevo.

Mabel: no hijo… yo te amo al igual que amo a tu hermana, para mí ustedes son lo mejor de mi vida… siempre los quise y procuré por igual…

Trataba de entenderlo todo, la vida que había llevado hasta ahora parecía un recuerdo borroso y las palabras de mi madre salieron de mi percepción.

Me levanté temblando y llorando y ella me miró preocupada.

Mabel: Diego…- trató de tomar mi mano pero la aparté.

Diego: lo siento yo…- negué repetidas veces- perdón…

Salí de mi casa sintiendo como todo mi mundo se venía abajo, mi familia ahora no era confiable para mí. Si fueron capaces de ocultarme algo tan importante no puedo confiar en ellos.


Mis temblorosas manos me impedían insertar la llave para entrar a casa de mi novia y sumado a mi desesperación por estar con ella era un martirio para mí. Necesitaba consuelo y la protección que sólo mi novi puede darme.

Entré a su habitación, ella ya estaba despierta pero seguía en la cama, al notar mi presencia una sonrisa se dibujó en su rostro pero desapareció en cuanto vio la expresión en mi rostro.

Roberta: Diego... ¿Estás bien?- apartó las sabanas y se levantó de la cama caminando levemente hacia mí. Se detuvo a escasos centímetros y acarició mi mejilla.

En ese momento ya no pude soportarlo más y negué antes de aferrarme a ella y comenzar a llorar como al niño que le quitaron lo que más amaba.

Y la realidad no estaba lejos de eso, sentía que había perdido a mi familia y que estaba sólo... Únicamente la tenía a ella.

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Presentimiento ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora