┍ Capítulo 43: No confíes┚

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SeokJin

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SeokJin

Estaba recostado en un sillón cuando volvió a la consciencia. Seguía estando en aquél santuario de lo oscuro, solo que no recordaba cómo había terminado en el sillón.

Recordaba haberle preguntado a Ryun sobre la familia Kim, y ella le había respondido, lo demás era un batiburrillo de recuerdos entremezclados y frases sueltas.

Qué conveniente, Jin.

Se tocó la frente perlada por sudor, y recordó su sombrero de paja y que debía volver pronto a casa. Se incorporó rápidamente, sobresaltándose al ver a la anciana sentada mirándolo desde una silla. 

Ella lo observó con cuidado, y se levantó utilizando el respaldo de la silla como soporte. Caminó hasta Jin con una expresión de preocupación que no le parecía sincera en lo más mínimo.

—SeokJin, querido, despertaste.— se llevó una mano al corazón.—Me tenías preocupada. Te has estado sintiendo mal ¿no es así? 

SeokJin asintió lentamente, al mismo paso en que asimilaba la información.

¿Cómo sabía eso? 

—Lo presentí. Te desmayaste poco después de leerte las cartas ¿recuerdas? 

SeokJin sacudió la cabeza. Recordaba vagamente algo del futuro...

—Lo siento... ¿Cuánto tiempo estuve fuera? 

—Unos treinta minutos, querido.— Jin decidió que era suficiente, así que echó sus piernas a un lado del sillón y se levantó.

—No sé como agradecerle, señora Ryun. Por todo.— señaló con una mano el lugar donde estaba sentado.—Ahora debo volver a casa con los niños. Se quedaron con su padre y probablemente ya todo esté necesitando que alguien ponga orden.— La anciana tosió con fuerza, mientras asentía.—Así que... 

—No me agradezcas nada, lindo. Ve con tu familia.— Jin sintió que a esa frase le seguía otra no muy agradable. Pero lo ignoró.

Hizo una reverencia hacia la mujer y ella lo imitó.

Se giró hacia afuera para poder largarse, cuando ella habló de nuevo.

—Cuidado, SeokJin.— dijo despacio.—Ten mucho cuidado.

Jin la miró lo máximo que podía mirar a una persona que le causaba tanta inquietud y asintió.

—Claro. Adiós, señora Ryun. 

Y salió sin esperar otra despedida.

A mitad de camino, habiendo tomado un "atajo" (entre comillas, porque no sabía ni a dónde estaba yendo) se encontró con una vista interesante

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A mitad de camino, habiendo tomado un "atajo" (entre comillas, porque no sabía ni a dónde estaba yendo) se encontró con una vista interesante.

A su costado, a la izquierda de la carretera, se extendía un amplio campo de fresas. 

Las colinas estaban pintadas a causa de ello de un profundo color rojo/ rosado que le trajeron memorias de su niñez. 

Él también solía tener aquella vista todos los días cuando vivía en casa de sus tíos.

Sonrió levemente sin pensar, y se acercó hasta las plantaciones, cuidando de que no hubiesen espinas o cercas metálicas prohibiendo el paso. 

Cuando se acercó lo suficiente, se agachó junto a una de las plantas a tocar las frutas que se alzaban imponentes y carmesí bajo el sol. 

Eran fresas realmente increíbles. Se preguntó quién las estaría cuidando, porque aquello solo podía ser obra de una mano muy habilidosa. En tantos años de su infancia que él mismo había estado viviendo en el campo, con suerte había podido obtener esa clase de frutos. 

Embelesado, tocó las fresas, tentado en agarrar al menos una. Sin embargo, antes de que pudiera hacer algo, oyó las hojas crujir a sus espaldas. 

Se giró inmediatamente, asustado, y sólo logró divisar un par de ojos avellana escondidos entre algunos arbustos de fresas. 

Sus manos pequeñas sobresalían de su escondite, y el corazón de Jin dio un vuelco.

—¿Hola?— preguntó con voz suave. El dueño de los ojos se alejó un poco más, sabiendo que SeokJin ya lo había visto.—Está bien, no tengas miedo.—En los ojos sólo había reflejado desconfianza.—Solo estaba mirando las fresas ¿son tuyas? 

El otro lentamente salió de su escondite, asomando la cabeza y asintió, con los labios apretados como si quisiera llorar.

Era un niño de la edad de JiMin aproximadamente. 

Tenía el pelo castaño un poco largo, cuyo flequillo caía sobre sus párpados; sobre este llevaba un sombrero parecido al de Jin. Sus ojos eran de un impresionante color avellana, y sus mejillas estaban cubiertas de arena y gotitas rojas, por lo que supuso que había estado comiendo las fresas. 

De inmediato sintió el instinto paternal decirle que se preocupara por el niño, porque a pesar de lo hermosos ojos que tuviera, podía percibir en ellos una tristeza enorme.

Así que le sonrió, con la sonrisa que usaba para los niños.

El pequeño aún se veía tenso.

—Son muy buenas fresas.—halagó.—¿Ya las estás recogiendo? 

El niño empujó una canasta llena de fresas hacia SeokJin, respondiendo así la pregunta.

Habían otras canastas vacías detrás de él.

—Oh.— el rubio soltó, sorprendido. Miró la hora que era, y una idea saltó en su mente.

—¿Cómo te llamas, pequeño? 

—T-TaeHyung.— se sujetó nervioso de las hojas. 

—TaeHyung. Qué bonito nombre. Yo soy SeokJin, pero puedes decirme Hyung.— le guiñó un ojo.—Antes también solía recoger fresas. ¿No quieres que te ayude? 

El niño miró sus manos, y SeokJin vio las ampollas con las que estaban cubiertas.

Se le estrujó el pecho. ¿Cómo podían dejarlo trabajar así? ¿o trabajar, por lo que a él respectaba? Si apenas y se veía que había dejado los pañales recientemente.

—Sí, Hyung.— aceptó con voz aguda y SeokJin sonrió, tomando una de las canastas.

Le recordó a un SeokJin de cuatro años con los sueños tan grandes como las ganas de salir de un pueblo que le sabía dolor. 

Hiseolyl 「 NamJin 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora