❝Hogar, dulce hogar...❞
SeokJin era un actor exitoso, y NamJoon era un músico de renombre; pero al contraer matrimonio, decidieron que lo mejor era reinstalarse lejos de las cámaras para tener una vida tranquila. El destino: un pueblo rural llamado...
Hola! Bueno, nada más quería decirles que aquí vengo con otro capítulo <3 además, tengo una sorpresita al final del mismo :D
¡Disfruten la lectura!
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SeokJin
—Oh, Dios.— respiró con desagrado al verse en el espejo del baño bajo la luz blanca. No solamente acababa de despertar luego de un reparador sueño de una hora, sino que también parecía que lo que fuera que tenía, estaba empeorando.
Sus ojeras estaban demasiado marcadas debajo de sus pupilas dilatadas, dejándolo como un auténtico panda. Su pelo no estaba tan mal, aunque las raíces negras ya eran más notables por debajo del tinte amarillo y no ayudaban demasiado con su aspecto... abandonado.
Probablemente NamJoon estaba decepcionado de ver que el Worldwide Handsome con el que había casado ahora se veía más como Regan McNeil luego de su exorcismo.
Tosió contra una mano, acercándose a su reflejo para ver alguna otra cosa fuera de lugar.
Viajó por su rostro con la mirada, yendo desde su marcada mandíbula hasta su manzana de adán prominente y la aterradora marca lilácea que envolvía su cuello.
No sabía que era eso.
Inclinó la cabeza para inspeccionar mejor, revelando el cardenal a la luz.
Se veía de lo peor.
Parecía como si hubieran envuelto algo alrededor de su cuello y lo hubieran apretado hasta dejar aquella marca tan llamativa.
La pregunta era ¿cuándo se lo había hecho y cómo?
Hizo caras de asco ante ella, decidiendo cubrirla con maquillaje al menos. La rozó con los dedos para ver si dolía, y siseó al hacerlo.
Sería un verdadero dolor en el trasero maquillarse eso.
Entonces recordó que no tenía maquillaje. El que su ex-estilista le había dado se había quedado en el apartamento junto con otras cosas de esa índole.
