┍Capítulo 74: Redemptio ┚

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SeokJin 

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SeokJin 

El trabajo físico siempre había sido algo de SeokJin. En parte, esto era gracias a su infancia, y lo que había vivido en la granja de su tío, y se había convertido en una rutina que continuó aún después de haberlo superado todo. Sin embargo, se había dejado estar durante unos años; aquellos posteriores a la adopción de los niños, y no había hecho tanto esfuerzo físico desde eso como el que estaba haciendo ahora. 

Podía dejar a NamJoon hacerlo. Lo sabía. Pero algo había sentido al envolver sus dedos alrededor de la empuñadura de madera; como una cadena que no sabía que tenía siendo cortada.  

Por eso ahora sus dedos ya comenzaban a doler, y juraba que sus muñecas se torcerian en cualquier momento, pero no se detuvo. 

Atrás podía escuchar a NamJoon volver a llamar su nombre, pero lo aplacó con el sonido del metal golpeando con fuerza la madera del árbol. 

Una, y otra, y otra vez. 

Con el siguiente golpe que dio, su hombro derecho se contrajo más de lo debido, y un dolor agudo se transmitió por todo su brazo. Soltó un alarido de dolor y también soltó el hacha a un costado, llevandose una mano al hombro para masajearlo. 

—Jinnie...— NamJoon trotó hasta él, con el rostro lleno de preocupación.—Ya...—

SeokJin le señaló el lugar con el mentón, sin dejarlo terminar. 

—Ahí, NamJoon.— susurró con miedo, y dejó esta vez que el moreno se acercara primero a pesar de que tuviera al bebé entre sus brazos.

NamJoon se inclinó hacia el hueco que había aparecido en el árbol cuando rompió lo que lo rellenaba. Frunció el ceño al hacerlo, hasta que su expresión se tensó por completo y se alejó, desviando la mirada. 

SeokJin se acercó, aún masajeando su propio brazo. 

—Tenías razón. Siguen allí. Dios. — NamJoon negó con la cabeza, y dio unos pasos hacia atrás. 

El rubio se tapó la nariz al percibir el olor nauseabundo que desprendía el agujero. 

Y no era para menos: si justo como había visto en el sueño, allí estaban los restos del niño y el señor Kim, completamente cadavericos y podridos por la humedad, los insectos y el tiempo. 

Contuvo las arcadas al verlos, y se alejó con NamJoon, pateando con un pie los restos de masilla que habían caído del árbol para rellenar el espacio. 

El moreno tenía una expresión indescifrable en el rostro, pero no lo culpaba. Eran demasiadas cosas a la vez, que no sabían ni que se suponía que debían sentir. 

—¿Ahora sí me crees? 

NamJoon lo miró directamente, sus ojos oscuros enmarcados por las incógnitas que tenía. 

Hiseolyl 「 NamJin 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora