❝Hogar, dulce hogar...❞
SeokJin era un actor exitoso, y NamJoon era un músico de renombre; pero al contraer matrimonio, decidieron que lo mejor era reinstalarse lejos de las cámaras para tener una vida tranquila. El destino: un pueblo rural llamado...
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SeokJin
—Uff.— se quejó, alzando el sombrero ligeramente para secarse el sudor. Colocó sus manos en su cintura y miró las plantaciones.—Olvidé lo cansador que era esto.
El rubio movió el cuello de costado para poder aliviar el dolor, y alzó el rostro hacia el cielo con los ojos cerrados.
No sabía cuánto tiempo había pasado, ya que no se había puesto a mirar el reloj, pero sabía que tenía que ser pasadas las dos de la tarde. Y aunque supiera que ya debía ir a casa, no quería dejar a TaeHyung solo.
El pequeño no se había detenido ningún momento en recoger las fresas, ni siquiera cuando se había tropezado con una zanja y se había llenado el rostro de más tierra.
Le era admirable así como le era impensable que ya tan pequeño lo estuvieran haciendo trabajar tanto. Sabía cómo era la vida en el campo, sí, pero ni siquiera su tío le dejaba trabajar más de tres horas seguidas.
TaeHyung ya llevaba probablemente más de cinco.
Volvió a la realidad al mirar a TaeHyung colocar más fresas en la canasta.
—¿No estás cansado, TaeHyung-ah?
—No, Hyung. A mi mami no le gustan los holgazanes.
SeokJin caminó hasta él, aún en pose taza.
—Pero ya has estado trabajando mucho. ¿Ves?— señaló las cuatro canastas llenas de fresas a un lado.—Ya hemos recogido casi cien kilos; yo creo que nos merecemos un descanso.
TaeHyung dejó una fresa más en la canasta, desviando los ojos hacia Jin.
—¿Tú... tú crees, Hyung?
SeokJin se arrodilló a su lado.
—Lo creo. Además, déjame ver esas manos, TaeHyung-ah.
El niño soltó la planta en frente de él y se sentó en la tierra, pasándole las manos a SeokJin.
Este las tomó, revisando las ampollas aún enteras.
