Han pasado unos diez minutos desde que partimos rumbo a Frankfurt, Alemania, desde Barcelona. Me esperan unas largas, y puede que aburridas, horas de viaje. Cerca de unas catorce. Bueno, el caso es que estaba escribiendo en mi diario cuando siento un golpecito en el hombro.
Escucho como alguien me está hablando.
—Perdona, se te ha caído.
Al girarme al lado de pasillo, claramente confundida, me encuentro con un par de ojos del color del mismísimo bosque tropical del Congo. Era un verde oscuro hermoso, podía quedarme años viéndolos. Me quedé embobada mirándolo, hasta que escucho que me vuelve a llamar. Roja como un tomate, cojo el papel que se me había caído y vuelvo mi mirada al frente.
Tonta, tonta, tonta. Me repetía a mí misma. Pero tengo algo que decir. Dios, que ojazos. Ahora me parece mucho más guapo. Y tengo algo más que decir. ¡¿Podemos hablar de su voz?! Solo puedo pensar en dos palabras para describirla y esas son: sexy e hipnotizante.
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El Pasajero del Tren
Short Story¿Lo que estaba haciendo se consideraba acoso? No lo creo, no lo había perseguido. Simplemente habíamos coincidido en el mismo vagón. ¿Estaba actuando como una psicópata? No lo creo, no es que estuviera obsesionada con él. Simplemente me había pareci...