33 - Mariposas

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Oficialmente habían pasado doce horas. Doce largas horas de viaje en tren. Sentía un amor odio. Odio por el aburrimiento y la necesidad de salir a tomar aire fresco y amor por haber conocido al chico guapo, obvio.

El vagón aún seguía en silencio y estaba oscuro. Solo la pequeña luz que estaba por encima de mi cabeza iluminaba el lugar. Al igual que el chico guapo.

Tenía la vista fija en mi móvil, jugando al Candy Crush. Querida batería, date por muerta. Pensé. Miré el porcentaje en una esquina de la pantalla y suspiré. Apagué la pantalla y me quedé observando a la nada. No tenía sueño, ya que no podía esperar a llegar y ver a mi querida amiga.

De repente, sentí una sensación de calor. Hacía demasiada calor aquí dentro, y sumándole que no iba en manga corta, pues no ayudaba. Eché mi pelo hacia atrás y cogí mi jersey desde abajo. Era de cuello alto y ceñido al cuerpo, pero no molesto. Era de color blanco y contrastaba con mi piel un poco morena. Estaba metido en mi jean, así que lo saqué y lo doblé, así como un top. Sentí algo de fresco en la piel desnuda, así que volví a perderme en mis pensamientos.

Unos minutos después, siento una mirada fija en mí. Será mi imaginación. Pensé. Ya que todos estaban dormidos. Pero para mi sorpresa, el chico guapo tenía la luz encendida y estaba despierto. Lo miré, al igual que él a mí. Su mirada estaba fija en mi cintura. Miré hacia allí y entendí el por qué.

Estaba viendo el tatuaje que tenía a un lado de esta. Es pequeño y constaba de tres mariposas. Recuerdo que me lo hice hace tiempo, en uno de mis cumpleaños.

¿Te gusta o qué? —dije divertida, volviendo la vista a él. Él me miró por un momento, antes de apartar la mirada.

Esto es lo que se llama pillar a alguien in fraganti.

—¿Tienen algún significado? —me preguntó, evadiendo mi pregunta.

No, ninguno en particular. La mariposa es el único insecto que me gusta y por eso me lo hice —sonreí.

Él asintió y no dijo nada más.

Para que mentir, me ha gustado que se haya interesado por el tatuaje. O por mí, quién sabe.

Deja de decir bobadas y duérmete. Ahí estaba mi subconsciente de nuevo. En fin.

El Pasajero del TrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora