Ya llevaba cuatro horas y media en este sitio y me estaba muriendo por salir al exterior y respirar aire fresco. Estoy escribiendo en el diario, porque hace unos minutos me ha pasado algo sorprendente a la par que extraño.
Me encontraba con los ojos cerrados, escuchando la melodía de las canciones que tenía en la lista de reproducción de Spotify. La cosa es que de repente siento que me quitan uno de los auriculares, específicamente el de la derecha. Confundida, me giré a ver a la señora de mi lado.
—¿Me dejarías salir, por favor? —me dijo cuando la miré. Asentí y me levanté de mi sitio. Me hice a un lado dejando que la señora saliese y después me volví a sentar. Me quité el otro auricular y apagué la música, ya que la batería se estaba volviendo a gastar. Que mierda de móvil tienes, eh. Dijo mi subconsciente.
De mi bolso, saqué otra libreta. Esta era de color caqui, y mucho más grande que la otra. Era un Sketchbook que me había acompañado durante los últimos años. A parte del periodismo, también me gusta dibujar. Me salva de los momentos de aburrimiento.
Bueno, la cosa es que empiezo a dibujar con un bolígrafo, trazando lo que se me viene a la mente. En este caso mi gata, Daisy.
—¿Qué haces? —Escucho la voz del chico guapo, así que dejo de dibujar y me giro a verlo. Tiene un brillo de curiosidad en los ojos, mientras mira fijamente la hoja del cuaderno.
—Estoy dibujando —digo divertida. Es obvio. Me vuelvo a lo que estaba haciendo, pero su voz vuelve a llegar a mis oídos.
—¿Me dejarías ver tus dibujos? —preguntó de la nada. Me sorprendí al escuchar eso. ¿Quería que le enseñara mis dibujos? Tampoco lo hago tan bien, y me da un poco de vergüenza.
—Claro —Pensándolo un poco, da igual.
Le tiendo el cuaderno, ya cerrado. Mira el exterior y después va viendo página por página. Presto atención a sus gestos. Sus delgados dedos cambiando de hoja de forma delicada, una pequeña sonrisa asomándose en su cara. Mierda, era jodidamente atractivo.
—Dibujas genial... —Se quedó pensativo un momento. De repente se giró a verme y frunció un poco el ceño. Me pareció un gesto adorable. Como un bebé confundido-. A todo esto, no sé tu nombre -Río un poco y yo me mordí el labio.
¿Debería decirle mi nombre? Yo sé el suyo, aunque él no lo sabe, y tengo un poco de ventaja. Aunque, la verdad no sé para qué. Ni que nos fuéramos a convertir en amigos o algo.
—Intenta adivinarlo —dije mientras lo miraba divertida. Él alzó una ceja, mientras me devolvía el cuaderno.
—Dame alguna pista —dijo después de unos segundos. Me quedé pensando un rato sobre eso. ¿Qué pista le podía dar? Él me miraba, esperando a que hablara.
—El Universo —dije, para después volver a mirar al frente. De reojo podía ver su cara de confusión, lo cuál me divirtió.
ESTÁS LEYENDO
El Pasajero del Tren
Short Story¿Lo que estaba haciendo se consideraba acoso? No lo creo, no lo había perseguido. Simplemente habíamos coincidido en el mismo vagón. ¿Estaba actuando como una psicópata? No lo creo, no es que estuviera obsesionada con él. Simplemente me había pareci...