28 - Chocolate blanco

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Cuando dos personas nos trajeron la cena, me quedé sorprendida. Era una bandeja de plástico que contenía un pequeño plato, que en mi caso tenía arroz con trozos de pollo. No era mucho más grande que mi mano. También tenía una cajita con algunas verduras, un trozo de pan y la bebida que quisiéramos, en mi caso una pequeña botella de agua. Lo cubiertos venían en un envoltorio de plástico, junto a la servilleta.

No me podía quejar, estaba bueno. No delicioso, pero era comestible. Me dejé el postre, que era una pequeña tablita de chocolate blanco. Durante unos minutos, estuve con el móvil y hablando con mi madre. Le conté que ya estaba bien, que había comido.

Por impulso, decidí mirar hacia la izquierda. Allí se encontraban los hermanos. Ethan tenía puestos sus cascos, mientras comía una pieza de fruta. Por otra parte, el chico guapo estaba de brazos cruzados y con los ojos cerrados. Llevaba puesta la capucha de su sudadera, dándole un aire relajado. No voy a mentir, se veía jodidamente bueno. Parecía que estaba a punto de dormir. 

¿No te vas a comer eso? —dijo su hermano, señalando su bandeja. 

Miré hacia allí y me encontré con una pequeña tableta de chocolate, igual a la mía. Pero esta tenía el envoltorio oscuro. Disimulando, escuché la respuesta de él.

Sabes que no me gusta el chocolate negro. Está asqueroso —dijo el chico guapo. De repente, se me ocurrió una idea. ¿Y si le doy mi chocolate? Es blanco y está más dulce, seguro que le gusta. Además, el me dio el bombón y su zumo, se lo debo.

Esperé un rato, y después de que recogieran nuestras bandejas le hablé.

Oye —Lo llamé, esperando que nadie más nos escuchara. Él abrió los ojos y me miró sorprendido. Yo le di una pequeña sonrisa—. Toma, es para ti —Le tendí la pequeña tableta de chocolate, con el envoltorio de color blanco y la marca mostrándose en letras grandes.

¿Qué? —Ahora parecía más sorprendido. Podía jurar que estaba un poco sonrojado. Y lo volví a pensar. Que adorable se ve.

Sin decir nada más, alargué la mano y dejé el chocolate delante de él. Él me seguía mirando, sin saber que decir.

Después de darle eso, volví a lo que estaba haciendo. Que era básicamente, nada.

El Pasajero del TrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora