Un chico y una chica iban pasando junto a un carrito, con las bebidas y lo que era la merienda. Realmente tenía hambre, pero no había mucho que elegir. Fruta, pastas, paquetes de galletas o patatas. Y para beber más de lo mismo, agua, zumo, refresco.
—Lo sentimos, no nos queda más de mango —dijo el chico, con una sonrisa de disculpa. Yo hice una mueca.
—¿Y agua? —pregunté. A parte del zumo de naranja o de mango, no me gustaba ninguno más. El agua era mi última esperanza.
—Lo sentimos, un pasajero ha cogido la última docena que quedaba para sus hijos.
Estúpido señor. ¿Quién se cree para cogerse doce botellas de agua?
—Póngame el de piña, entonces —dije haciendo una mueca.
Odiaba el zumo de piña, pero no me quedaba de otra. Pasaba de gastarme tres euros en una mini botella de agua en la cafetería esa.
El chico dejó lo que había pedido enfrente mía, y se fue. Un croissant y la pequeña botella de cristal con el zumo de piña dentro.
No tardé en terminarme la pasta, y decidí darle un intento al zumo. Un sorbo y casi vomito. Con una mueca de asco, lo dejé de lado el frasco. Cogí mi bolso, en busca de algo para quitar el sabor de la fruta.
—Hey —Una voz me impidió seguir buscando. Puse mi vista en él, que ya estaba sentado junto a su hermano. Le di una sonrisa y esperé a que hablara—. Si quieres podemos intercambiarlos...
Lo miré confundida, al no saber a que se refería. Al momento entendí. ¿Quería cambiar su zumo por el mío? ¿Por qué el corazón no me deja de latir tan rápido?
—¿Qué? —pregunté nerviosa. Espero que no sea lo que yo estoy pensando.
—Puedo darte el mío y tu me das el tuyo —dijo señalando la pequeña botella de cristal. Dios mío. ¿Confirmamos que voy a morir de un ataque al corazón? Sí, confirmamos.
—Eh, no. No te preocupes.
Tonta, tonta, tonta. ¿Cómo le dices eso? Tenías que aceptar, estúpida. Me dijo mi subconsciente. Le di la razón. Me arrepiento de no haber aceptado.
—No pasa nada. Toma —Me dice sonriendo. ¿Qué? Esto no me lo esperaba. Dejó su zumo delante de mí y cogió el mío. Yo aún estaba procesando la situación.
—No tenías por qué —dije después de un rato, mirándolo. Él me sonrió y negó con la cabeza. Unos minutos después, volví a hablar—. Gracias, Jaden.
Veo que tose un poco, ya que estaba bebiendo el zumo de Piña. ¿Qué? Lo miré divertida, no antes de girarme a ver al frasco de zumo. Espera. No, no me lo puedo creer. El zumo que tenía enfrente mía, era de Mango. Definitivamente, es mi favorito.
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El Pasajero del Tren
Short Story¿Lo que estaba haciendo se consideraba acoso? No lo creo, no lo había perseguido. Simplemente habíamos coincidido en el mismo vagón. ¿Estaba actuando como una psicópata? No lo creo, no es que estuviera obsesionada con él. Simplemente me había pareci...