Capítulo 21

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Sango, Sango, Sango... Sango.
No podía dejar de pensar en esa hermosa mujer de caracter fuerte, hermosa y de larga cabellera castaña, sus golpes, su manera de ser, pero sobre todo extrañaba lo bien que lo hacía sentir en las noches de travesuras.

Sango Taijiya, antes Houshi. Sango fue su esposa dos años atrás pero por desgracia del destino se divorciaron.
¿Por desgracia del destino? No, si se divorciaron fue por su culpa, su culpa y la de su mano larga. Sí, le había faltado el respeto siendo infiel, ese fue el motivo de su separación. Por su maldita calentura.

-Miroku Houshi, tengo reservación-  anunció el ojizarco a la administradora del restaurante.

-Claro, bienvenido. Sigame por favor - la administradora le sonrió con coqueteria y empezó a caminar delante suyo meneando con exageración sus caderas y trasero.

Tal vez si fuera el hombre de hace tres años,  pediría su número y estaría coqueteando. Pero ya no, después de aquel gran error suyo, en su mente solo se encontraba su ex mujer.

-Mesa para dos, con vista a la ciudad - Miroku asintió - Le dejó la carta - Miroku se sentó y apoyo sus manos en la mesa, la administradora dejo el menú rozando su mano con la del ojizarco. Ninguna reacción de Miroku, ninguna.

-Gracias, y por favor, más respeto - con frialdad pidió Miroku, la mujer avergonzada asintió y se esfumo rápidamente - Ay, Sanguito...

En éste restaurante había conocido por primera vez a Sango.

°°°
Esa noche el había llegado con Inuyasha dispuesto a celebrar su primer éxito como jefe en la empresa familiar, pero Inuyasha había recibido un mensaje de su secretaria pidiendo urgentemente su presencia en la empresa, a lo que el peliplateado no dudo en correr a su llamado dejándolo solo a él.
Miroku en medio de su solitaria cena, observo como una hermosa joven, a unos metros de él, sentada en una mesa sin compañía lloraba en silencio.

Aquella imagen le había dolido sin razón, trato de seguir cenando pero no podía con tal escena. Así que minutos largos después decidió levantar su plato junto con su copa de vino y camino en dirección de aquella joven mujer. Sin pedir permiso se sentó en el lugar vacío frente a ella.

-Las mujeres creen que se ven lindas al llorar ¿Tú lo crees? - preguntó Miroku al ver que no noto su presencia. Algo indignante para su ego.

-¿Qué?  - confundida la castaña había levantado su cabeza. Sus ojos brillosos y rojos al igual que sus mejillas, todo por causa del llanto.

- Que las mujeres creen que se ven lindas al llorar.

-No sé quién es usted, pero está es mi mesa, así que por favor regrese por donde volvió-  con su voz temblorosa pero dura expreso su desagrado de tener a un intruso en su espacio.

-Estar en mi mesa, que esta a un metro de la tuya o estar aquí, sería  lo mismo. Cualquiera de las dos maneras te vería llorar - la castaña abrió su boca indignada.

-Podría por favor irse y dejarme sola - pidió en un ruego, lloraría frente a ese desconocido. Este era un momento en el que preferiría estar sola.

-Creo que lo mejor, es no dejarte sola. La soledad solo nos hace hacer cosas estúpidas- - y la castaña no resistió más y  reinicio su llanto.

Miroku escuchaba su llanto, le dolía y no sabía el porque, cientos de veces había escuchado llorar a  mujeres y él simplemente las ignoraba sin ninguna dificultad. ¿Porqué con ella era diferente?

-No llores - pidió aquello por él mismo - Sea lo que sea que te sucedió, no llores... Es mucho mejor cuando una mujer sonríe -no encontraba las palabras correctas para aquella situación ¿Él consolando a alguien?

ᴛᴇ ɴᴇᴄᴇꜱɪᴛᴏ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora