Capítulo Cuatro

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Pelea tras pelea. Richie ya no podía soportarlo, ya no deseaba estar en aquello que muchos le hacían llamar “hogar” simplemente lo detestaba, cada pequeña cosa que sucedía en su casa, cada pequeño error que él o cualquiera de su familia cometiera se desata nuevamente la guerra. Los gritos de sus padres entre ellos, el sonido de las cosas romperse y en ocasiones los gritos e insultos que eran direguidos a él.

Un simple "inútil" de lengua larga.

Estaba cansado, ahí estaba nuevamente en su habitación con la puerta con llave. Podía escuchar como su madre borracha tocaba la puerta con fuerza exigiéndole que la abriera mientras podía escuchar como cristales se rompían. Richie solamente se encontraba aún lado de aquella puerta mientras se abrazaba así mismo, sus manos temblaban mientras delgadas lágrimas recorrían su rostro, pequeñas heridas se encontraban en su brazo las cuales un hilo de sangre les recorría.

–¡Abre ahora mismo la puerta bastardo!– los gritos de su madre solamente lograban perturbarlo más, su corazón palpitaba en su garganta mientras trataba de romper en llanto. –¡Pequeña mierda mala agradecida! ¡Abre ahora mismo la puerta pequeño inutil!– gritaba una y otra vez, golpeando con fuerza y desesperación aquella puerta. Richie se sobresaltaba con cada golpe, los cuales sonaban con mayor fuerza conforme pasaba el tiempo.

–¡Vamos Richie! No escuches, no la escuches. No lo hagas maldita sea–

Cubría sus oídos desesperado para que aquellas malditas palabras no lo lastimaron con la inútil esperanza de que simplemente desaparecieran, apretaba su mandíbula y trataba de enfocarse en sus acelerados latidos. Trataba de enfocarse en otra cosa que no fuera su madre, miró su alrededor con rapidez y apretó sus labios mientras se levantaba con lentitud y cautela, los golpes resonaban con fuerza en toda su casa, pero no quería que su madre lo descubriera no otra vez. Se acercó a su ventana y la abrió con lentitud, tratando de provocar el menor ruido posible, pero de repente todo se detuvo. Los golpes dejaron de sonar y el ruido de objetos romperse contra la puerta había parado, Richie sentía que en cualquier momento su corazón se saldría de su pecho, aquel silencio lo estaba comenzando a perturbar.

–Richie...– su madre susurró detrás de aquella puerta que los separaba. –Cariño, bebé... Sabes que esas cosas no van en serio, ¿Cierto? Mamá te ama, corazón– exclamó con tristeza y cierta desesperación. –Mamá te ama, lo sabes ¿cierto?– El de cabellera rizada trago en seco, tratando de ignorar la voz de su desesperada madre. Richie continuó con su labor en silencio y cuando finalmente estaba comenzando a salir por su ventana nuevamente la voz de su madre resonó en aquella solitaria casa, en la cual hace pocas horas su padre se había ido por otra de sus estúpidas peleas con su madre. –Richie, amor abre la puerta– el nombrado apretó sus labios y miró como la perilla giraba con lentitud, pero al tratar de empujar la puerta levemente está no se movió ni un poco. –Bebé abre la puerta– su tono comenzaba a tornarse cada vez más frustrado. –Richie obecede a tu madre– empujó la puerta con desesperación. –¡Abre la puerta maldita sea!– ahí estaban nuevamente aquellos gritos, aquellos que Richie tanto detestaba, suspiró con aquel nudo en su garganta y salió por su ventana bajando con cuidado y lentitud hasta que finalmente tocó el césped, miró por última vez su habitación en las cuales las luces seguían encendidas y donde levemente se podían escuchar los golpes y la voz de quien era su madre.

–Lo siento mamá...– susurró el de anteojos tomando su bicicleta y pedaleando con rapidez mientras se alejaba de su casa, porque definitivamente aquello jamás sería su hogar.

Nunca lo sería.

Bill despertó por los golpes que sonaban contra el cristal de su ventana, entre abrió sus ojos confuso ante lo que estaba sucediendo. Prendió la pequeña lámpara que se encontraba en su mesita de noche y pudo ver cómo pequeñas piedras golpeaban su ventana, se levantó con lentitud y arrastró sus descalzos pies hasta la ventana. Sus ojos miraron con preocupación y sorpresa al de anteojos y sin dudarlo bajo con rapidez por las escalares, quizás casi se cae una o dos veces, pero aquello era lo que menos importaba. Abrio la puerta con lentitud, con cuidado de no despertar a sus padres y dejó entrar al de cabello levemente rizado.

–Gracias Gran Bill– susurró mientras trataba de ocultar las heridas en su brazo, el nombrado solamente hizo una pequeña  mueca.

–¿O-tra vez?– susurró con un hilo de tristeza, Richie solamente sonrió con decepción y asintió con lentitud. –V-ve-ven aquí– susurró mientras rodeaba con sus brazos al bocazas, quien suspiro y correspondió aquel abrazo con lentitud. No debía llorar, no podia dejarse romper por unas estúpidas palabras, pero ¿Uno que podía esperar de un simple niño? Richie no merecía eso, nadie merecía aquel estúpido trato. Junto a Bev quizás sus familias en aquellos momentos eran las más disfuncionales, Beverly con su padre, Bill con la lamentable situación de sus padres y con Richie sus padres eran más que un desastre, constantemente su casa era una maldita guerra, una en la cual el de anteojos ya supo como sobrevivir o al menos aquello era lo que quería pensar. –Hay q-que limp-pi-ar esas heridas– agregó Bill al separarse, Richie solamente apretó sus labios y asintió, definitivamente quería arruinar aquel ambiente deprimente y serio, pero en su cabeza no se podían más que repetir las palabras de su madre. Aquel dúo de amigos se encaminó hacía el baño en un silencio abrumador para el de rizos, el oji-verde solamente prendió la luz y sacó un botiquín tomando de este mismo un algodón, alcohol y pequeñas venditas de diferentes colores, Richie sonrió un poco ante eso. El castaño apretó sus labios al mirar aquella sangre ya seca estar en todo el brazo del bocazas, Bill no podía entender el porque una madre haría tales cosas a su hijo, pero ¿El que podía decir? Pará sus padres él había dejado de existir desde la muerte de su hermano, para ellos él era un culpable de que su querido hijo pequeño ya no estuviera con ellos. –Sient-ate– ordenó con suavidad el castaño, el cual se coloco de rodillas sobre el suelo.

–Por su puesto capitán– exclamó Richie con una sonrisa, sentándose en forma de indio en frente del tartaja.

–¿Ah-ora con q-que?– preguntó finalmente comenzando su labor de limpiar aquellas heridas, Richie suspiro y rasco su cabeza con su brazo libre.

–Con una botella– susurró mientras alzaba sus hombros tratando de no tomarle importancia, Bill lo miró por unos segundos y fomo una mueca de preocupación.

–Ri-chie...– el nombrado suspiro y negó con lentitud.

–No puedo hacer eso Gran Bill– respondio con rapidez. –Es mejor que piensen que sigo siendo un idiota con una familia feliz– bufo con amargura, Bill negó y solamente sonrió con comprensión.

–Eres un idiota– suspiro Bill terminando de limpiar aquellas heridas, Richie bufo amargamente ante aquello. –Pero no de la forma en que tu mamá lo dice– agregó observando aquella mirada azabache. –No de la forma en que tu te hiciste creer– susurró con comprensión y finalmente comenzó a colocar aquellas pequeñas venditas en los brazos del bocazas, quien mantenía una delgada sonrisa mientras se dejaba influenciar por las palabras del tartamudo. Sin duda aquellas palabras eran suficientes para que olvidara las de su madre. –¿Cu-ándo le di-rás?– agregó con una sonrisa pícara el tartaja, cambiando drásticamente lo que había sido aquel ambiente.

–¿Decirle qué a quién?– preguntó mientras alzaba una ceja sin comprender lo que quería decir.

–Decirle a E-ddie que te g-gusta– exclamó el tartamudo manteniendo aquella sonrisa y riendo con suavidad al observar como el rostro del bocazas se volvía de varios colores ante aquel comentario.

R+E [Reddie] (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora