La curiosidad suele ser demasiado tentadora, tramposa y en ocasiones demasiado confusa, puede causar distintas reacciones dependiendo de la situación en la cual uno esté viviendo, es una sensación engañosa que ante los ojos de todo el mundo una sensación que podría llegar a ser satisfactoria si es que se llega a cumplir lo que se le pide. Aquel día Stan y Bill se encontraban en la habitación del último, ambos se encontraban sentados en el suelo recargando su espalda en la cama del tartaja, estudiando para un examen que se presentaría al día siguiente, pero hay que ser sinceros, son unos adolescentes de 15 años que se encuentran en medio de la pubertad, la curiosidad es mucho más peligrosa en aquella edad, principalmente cuando hay un sentimiento que inevitablemente va creciendo dentro de ellos que se expresa más allá de querer una simple amistad.
La curiosidad en la adolescencia era simplemente un peligro que no se podía evitar.
–Stan...– llamó aquel tartaja con suavidad dejando de lado aquel libro de historia. El judío apartó de igual forma su libro y sus ojos se enfocaron en el tartaja con cierta duda, Bill se tomó la molestia de solamente admirarlo durante unos segundos. Observaba y guardaba en un rincón de su mente cada pequeño detalle del judío de ahora 15 años de edad al igual que él, analizaba aquella mirada confusa y llena de duda ante su llamado, aquellos labios delgados de un color levemente rosado y aquellos rizos que caían hacía su frente ¿Cómo es que alguien podía ser tan lindo? Bill no lo sabía, pero de lo único que podía estar seguro era que Stan era el chico más lindo de todo aquel maldito universo desde sus ojos, conforme crecían no podía ignorar que el judío se volvía cada vez más atractivo, al igual que incluso había crecido unos centímetros más que él. –¿Ya has dado tu primer beso?– preguntó, sin vergüenza alguna y sin darse cuenta no había tartamudeo en ningún momento ante la pregunta que le había dado al judío, una extraña mezcla de curiosidad y duda con un ligero sentimiento de seguridad era lo que acompañaba aquella pregunta que el tartaja había dado.
Stan solamente frunció su ceño aún más confundido, pero sin poder evitarlo su corazón había dado un salto de nerviosismo ¿A que venía aquella pregunta? Trago en seco y finalmente había dejado de prestarle atención a aquel libro sobre la historia de Derry y su atención solamente se enfocó en aquella pregunta y en Bill que había expresado aquella pregunta seguro de querer saber una respuesta.
–¿Porqué la pregunta?– respondió, tratando de aparentar aquellos nervios que lo estaban consumiendo.
–Curiosidad...– susurró, alzando sus homrbos con simpleza y tratando de ignorar su corazón que golpeaba con fuerza su pecho. Stan lo miró durante unos segundos, inseguro ante la respuesta del tartaja e incluso algo decepcionado ante la respuesta. –¿Entonces...?– agregó, ansioso por la respuesta que podría dar.
–No...– susurró finalmente con suavidad. –Aunque tú ya los has dado, ¿recuerdas?– agregó, con una sonrisa amarga al recordando aquel día en el que Bill había llegado ansioso con la noticia de que había dado su primer beso con aquella pelirroja, jamás olvidaría el día que él tartaja rompió su corazón. Aquel día Stan finalmente se había reisgando a solamente ser un amigo más desde los ojos esmeralda del tartaja, a ser alguien más en aquel grupo que ellos conformaban, Stan había abierto los ojos y observado la triste realidad de estar enamorado locamente de aquel castaño.
–Lo sé...– respondio con la decepción reflejada en aquella mirada, él mejor que nadie sabía que había dado ya su primer beso con Beverly, aunque en aquel tiempo ella fuera la chica que le gustaba, no podía evitar sentir arrepentimiento y aquella sensación de decepción invadirlo, hubiera deseado mejor que nadie poder dar su primer beso con aquel chico que ahora se encontraba frente a él, quien lo miraba con duda y confusión ante la notoria reacción que había dado.
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R+E [Reddie] (En Edición)
Fanfic[Spoilers It capítulo dos] Richie finalmente sintió lo que aquella enfermiza y estúpida palabra significaba, cada pequeña cosa que la caracterizaba finalmente la entendía en sus tan solo trece años de edad. Las mariposas en su estómago, los pensami...