Segunda Parte [Capítulo Cinco]

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–Eddie...– murmuró con suavidad, acariciando los cabellos castaños oscuros del menor con dulzura y sin poder evitarlo guardar aquel momento en su cabeza. –¿Qué sucedió?– agregó, con aquella misma suavidad sin apartar su mano de los ligeros y pequeños rizos castaños, aún incluso estando en el suelo, Richie no podía evitar disfrutar culposamente aquel momento, al igual que era tan inevitable que su corazón dejara de latir fuertemente ante la calidez y cercanía del menor.

–Yo... Lo siento...– finalmente respondió, en un simple y casi inaudible susurró. –Era sólo que yo...– trago en seco, sintiéndose como un maldito niño y reprochandose mentalmente por las tontas acciones que se encontraba haciendo, por Dios ¡Ya no era aquel chiquillo de 13 años! Era un adulto. –Lo siento– repitió tratando de ocultar más su rostro en el pecho del rizado.

–Hey no te preocupes por eso, Eds– exclamó tranquilamente. –Estoy aquí– agregó, sonriendo cálidamente para el menor. –Hay que levantarnos de aquí, ¿sí?– agregó, odiando el maldito hecho de tener que hacerlo, pero no dejaría que Eddie se ocultara de aquella manera sin hablar sobre lo que estaba sucediendo, no podía dejar al asmático de aquella manera, el menor solamente asintió y levantó finalmente su rostro observando los ojos oscuros del de gafas con una extraña suavidad, Richie sintió como si aquella mirada le diera una simple razón para desear quedarse en aquel preciso momento para siempre, solamente observando la mirada castaña del hipocondríaco, no era como alguna vez la recordaba, era mucho mejor. Aquella mirada estaba llena de un brillo, de una suavidad y ternura que Richie no podía comprender, pero que aún así no podía evitar amar con todas sus fuerzas, una mirada que recorría todos su ser y hacía temblar algo dentro de él, una dulce e increíble mirada que lo hacía amar aún más al menor, que lo hacía sentir nuevamente como aquel niño de trece años con sus malos chistes y horribles gafas, con sus malas imitaciones y terribles padres, lo hizo sentir como aquel niño que cometió aquella pequeña y estúpida locura de escribir aquellas dos simples letras en el puente de los besos que simbolizaban su primer amor, aquel primer sentir lleno de inocencia, temor y una inevitable y suave calidez por un pequeño niño de maravillosas pecas, con una actitud asustadiza y nerviosa, con una preciosa mirada que lo llenaba con unas terribles ganas de tomar sus mejillas y besarlas, se sintió como aquel Richie Tozier que se prometió silenciosamente cuidar de aquel  que se había enamorado.

Las miradas de ambos chocaban con intensidad, ambos pérdidos en la radiante mirada del otro, mientras sus pensamientos y recuerdos los llevaban a aquellos tiempos, al verano donde descubrieron más de una cosa, algunas que hubieran deseado jamás descubrir y otras que cambiaron su mundo. Ambos estaban perdidos, sentían que ya no había vuelta atrás para aquella emoción que pareció perdurar durante los años, que parecía haber esperado hasta aquel momento para poder explotar nuevamente dentro de ellos. Solo fueron unos segundos, unos pequeños momentos en donde todo parecía solamente enfocarse en ellos, donde solamente eran Richie y Eddie mirándose intensamente con sus corazón latiendo nerviosamente al unísono, unos en los que parecían darse cuenta de lo mucho que habían olvidado y de lo tanto que aquella emoción había estado aguardando dentro de ellos, era un simple momento donde solamente eran ellos y nadie más.

Ambos se sobresaltaron al escuchar el "cucu" de aquel viejo reloj colgado en el pasillo, marcando las tres de la mañana, mientras aquella ave salía y daba su en ocasiones molesto canto, por un momento el agarre que ambos se encontraban dando se intensificó ante aquel repentino susto que les habían dado. Se miraron nuevamente cuando el canto cesó y el pajarillo de madera regresaba a su lugar, riendo nerviosamente.

–Lo siento...– exclamó el asmático nuevamente, ayudando a levantar al azabache, Richie solamente negó con una nerviosa sonrisa.

–Está bien, Eds– respondió, sacudiendo su ropa y dirigiéndose a la puerta abierta de su habitación para finalmente cerrarla, mientras su corazón latía fuertemente y deseaba que aquel maldito reloj ardiera eternamente. Un silencio nervioso permaneció en ellos mientras que Eddie solamente miraba la habitación del comediante, sintiendo sorpresa a que esta siguiera completamente ordenada y limpia.

–¿Quieres sen-tarte?– preguntó, señalando su cama y tosiendo nerviosamente al finalizar con aquellas palabras. Eddie solamente asintió y sonrió suavemente, finalmente sentándose en aquella cama siendo seguido por al azabache y nuevamente aquel silencio regresó entre ellos, el asmático trataban de evitar lo mejor posible mirar a la persona su lado, no deseaba querer hacerlo después de lo que hace tan solo unos minutos habían pasado, en aquel momento se sentía terriblemente avergonzado por lo que había provocado, pareció que se comportaba como un pequeño niño aterrado por una simple y maldita pesadilla que no podía ser real, aquellas imágenes se repetían en su cabeza y no podía sentirse más patético y horrible. –¿Eddie?– interrumpió sus pensamientos, provocando que finalmente lo mirara con temor y culpa. –¿Quieres contarme lo que pasó?– agregó, con suavidad y calma, sin ocultar aquella preocupación que se plasmaba en su rostro, el asmático apretó sus labios con impotencia, tomando fuertemente las sabanas debajo de él con aquella emoción creciendo, inundandolo y simplemente haciéndolo ver lo tan cobarde e idiota que podía llegar a ser, negó lentamente como respuesta, sabiendo que ni siquiera podría contar la mitad de lo que vio en aquella estúpida pesadilla. Eddie sabía perfectamente que algo andaba mal en él ¿Cómo alguien como él podría ayudarlos a ellos a vencer a Eso?, ¿Cómo podría tan siquiera poder mover un musculo si siempre se paralizada ante el miedo? Eddie estaba convencido de que era un maldito y jodido cobarde. –También tuviste pesadillas, ¿cierto?– suspiró el rizado, rascando su nuca nerviosamente sin poder evitar que aquellas imágenes regresarán a su cabeza por aquellas palabras.

–¿Tú...–

–No son reales, Eddie– expresó el azabache con suavidad. –Solo es ese maldito payaso que quiere jugar con nosotros, no dejes que sus estúpidos juegos te afecten, Eds– agregó, desviando su mirada al suelo de aquella habitación. –Sí estamos todos juntos podremos finalmente matar a ese bastardo– finalizó con sonrisa, tratando de mostrar seguridad y tranquilidad en sus palabras.

–No...– comenzó. –No me llames Eds– finalizó, con su ceño ligeramente fruncido y su ser queriendo golpearlo ante las únicas estúpidas palabras que pudo haber dicho.

–Oh mierda– se buó el azabache con una enorme sonrisa en su rostro. –¿Es en serio de toda la mierda cursi que dije fue lo único que notaste?– se burló, observando con gracia al asmático quien solamemte rodo sus ojos con fastidio. –Han pasado 27 años, ¿En verdad crees que dejaré llamarte así?– agregó mostrando aquella carismática y burlona sonrisa. –O ¿Es que prefieres Eddie My Love?– expresó, observando picardamente al asmático.

–Eres un idiota Rich– contestó con una suave sonrisa.

–Vamos, se que te encanta que te llame así– exclamó, rodeando con su brazo el hombro del menor. –Cómo tú madre que le encanta cuando yo...–

–¡Richie!– interrumpió Eddie con su ceño fruncido, pero con una sonrisa que lo delataba por completo.

–¿Ves? ¡Yo se que te encanta, Eds! ¿Quién no amaría recibir el gran honor de ser llamado por un apodo por el gran Richie Tozier?– respondió con falsa arrogancia y superioridad.

–En ese entonces el "gran honor" no valía nada, Richie– respondió con gracia, recordando al pequeño de cabello loco y con gafas de horrible aumento, peo antes de que el nombrado pudiera decir algo, se detuvo ante la mirada que el castaño le brindaba. –¿Cómo es que puedes seguir siendo tan molesto?– suspiró el menor, observando al bocazas con una suave sonrisa, sabiendo mejor que nadie que en realidad amaba que Richie siguiera siendo aquel mismo niñ, era algo que realmente reconfortaba a Eddie.

–Es un don, cariño– contestó, guiñandole al asmático con atrevimiento y gracia en sus acciones y palabras. Eddie rio suavemente, extrañando y amando cada segundo que había vivido con el rizado años atrás, alegrandose profundamente que Richie siguiera con aquella actitud que muchas veces llegó a alegrar a cada uno de los perdores, quizás aquella noche después de todo no había sido tan mala para ellos.

R+E [Reddie] (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora