Segunda Parte [Capítulo Tres]

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–Se que no nos conocemos del todo– exclamó la chica al otro lado de la línea. –Hace tan solo unos días solo eran ustedes y comprendo que pueda sonar raro o incluos sea tonto que te pida esto– explicaba con nerviosismo la pelirroja, observando su alrededor, prestando atención a cualquier ruido que se pudiera escuchar ante el miedo de que su padre llegara en aquel instante.

–¿Cómo conseguiste el número?– cuestionó Stan, recargadose en la pared y mientas sostenía aquel teléfono con su ceño ligeramente fruncido, ciertamente aún no sentía mucho simpatía por la pelirroja, quien tenía razón en una de las cosas que dijo; siempre habían sido ellos nada más.

–Tú padre lo tiene puesto en la iglesia en caso de cosas, perdón. No sé mucho de ello, pero supongo que es solo para contactar con él y la iglesia– murmuró. –Pero ese no es el punto, por favor solo escuchame...– agregó suplicante, causando que una parte del rizado se removiera, estaba incómodo ante la repentina llamada de la pelirroja, pero muy en el fondo también sentía lástima por la chica, ella hasta cierto punto era como ellos, darle la espalda sabiendo aquello causaba en Stan un sentimiento de culpa.

–Está bien...– suspiró, pasando su mano por sus cabellos rosados mientras escuchaba el suspiró aliviado de Beverly.

–¿Podrían todos venir a mi casa?– susurró con inseguridad en sus palabras, temblando incluso con solo recordar lo sucedido la noche interior.

–¿A tú casa?– cuestionó Stanley con sorpresa, mordiendo el interior de su mejilla y frunciendo su ceño con confusión ante la petición de la contrario. –No lo sé, Beverly... Una caso podría ser reunirnos, pero ¿ir a tú casa?– exclamó con inseguridad el judío, abrazándose así mismo con el brazo que no sostenía aquel teléfono.

–Se que es una petición extraña, pero por favor... Yo estoy aterrada– respondió con rapidez y algo en aquellas palabras hizo que un click sucediera en la cabeza del rizado, sin poder evitar recordar a la mujer desfigurada que lo aterraba, hubo unos momentos en silencio en los que ninguno se atrevió a soltar una sola palabra, hasta que finalmente el judío pudo sentir que el nudo en su garganta se retiraba con lentidud.

–Está bien...– aceptó. –Nos vemos allá, Bev– murmuró, sin saber si era buena idea el haber aceptado la petición que la pelirroja había solicitado.

–Gracias Stanley...–

–Por favor, por favor...– exclamaba con desesperación Bev, desde hace unos minutos que trataba de contactarse con Stan, pero el simplemente no contestaba. –Contesta, por favor...– rogaba la pelirroja con frustración, sintiendo como su mirada se cristalizaba con el sonido de su celular marcando, rogando a que por el motivo que Stanley no contestara no fuera por ese.
–Dime que no lo hiciste, Stan...– susurró para sí misma. –Por favor dime que estas bien...– exclamó secando rápidamente aquella lágrima que recorría su mejilla. –Dime que tu no...– suspiró con frustración y después de unos largos minutos dejó caer su brazo rendida. –Stanley tú... No lo hiciste, ¿verdad?– se dejó caer y se sentó en la acera, sacando de su bolsillo un encendedor y un cigarro, mientras que no podía evitar sentir como nuevamente las lágrimas recorrían sus mejillas y que sus manos temblaran. –Tú no pudiste hacerlo... Dime que no... – susurró, tratando de alguna forma dejarse engañar y mantener una estúpida esperanza de que realmente el judío no haya hecho aquella maldita tontería, la imagen del aquel chico de cabellos rizados con una suave sonrisa y fanático de las aves llegó a su cabeza, quizás como una forma de tortura al saber lo que ella sabía que probablemente pasó.

–¿Bev?– la llamó Ben con preocupación, acortando la poca distancia que se encontraba en ellos y sentándose a su lado. –¿Te encuentras bien?– expresó, mostrando su preocupación hacía ella.

R+E [Reddie] (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora