Capítulo 12: Todo listo

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«El tiempo no corre, es como si estuviera paralizada, me gustaría ser otra vez mi antigua yo, pero aún sigo tratando de encontrarla.» Taylor Swift


Cuando la campana final suena, Davis no se apresura a guardar sus cosas en el portafolio, sino que se queda sentado en el pupitre, viendo cómo el resto de los alumnos se marcha enérgicamente hacia sus casas.

Ser adolescente es difícil, piensa desanimado. Se voltea un poco en el asiento y ve cómo Annika guarda sus cosas en el bolso estándar con expresión triste. Entonces, cuando la castaña se aleja de su propio pupitre, se lo queda mirando; la angustia se refleja en sus ojos café con leche de párpados caídos, que no demoran en ponerse acuosos.

De inmediato, Daisuke se pone en pie y se acerca a ella con los brazos un poco abiertos.

—Annika... —la llama, en un intento de detener las lágrimas que amenazan por caer de los ojos de la chica. —Por favor... Lo siento. Soy un tonto. ¿Podrías perdonarme? No debí tratarte así.

Akiyama simplemente se lo queda viendo, conteniendo las ganas de largarse a llorar. Hace una mueca que le indica al pelirrojo que también se traga las ganas de gritarle. En silencio le reprocha su actitud.

—Por favor, Anni. Es solo que estoy enfadado con Takaishi. Sé que tú no tienes la culpa, pero me molestó que quisieras ir con él.

Davis siente la presión de una mirada clava en él. Desvía un poco la mirada y se percata de que las amigas de su novia se encuentran espiándolos desde la puerta del salón.

»Comprendo —murmura entonces, dándose por vencido. Parsimoniosamente, regresa a su banco y comienza a meter los libros en el bolso negro.

—Vamos, Anni —oye que una voz femenina dice desde el pasillo.

De pronto, una figura se coloca delante de él. Levanta la vista y se encuentra con su novia, que se ha secado las lágrimas para evitar que él viera que estaba llorando, o porque no quería demostrar esa debilidad.

—De acuerdo. Te perdono, Davis.

El rostro de Motomiya se ilumina, y una enorme sonrisa se dibuja en él.

—¿De verdad? ¿Me perdonas? —se pone en pie con ímpetu, haciendo caer con gran estrépito la silla en la que estaba sentado. El golpe sobresalta a los dos jóvenes, y el pelirrojo se pasa la mano con nerviosismo por la nuca. —Lo siento... otra vez.

Annika esboza media sonrisa ladina. La torpeza de su novio es algo que no puede cambiar ni evitar, y a veces agradece que lo sea, porque es lo que la hace reír a diario.

—Sí. Por esta vez.

—Prometo no volver a gritarte -rodea el banco para ir a abrazarla. La chica lo recibe y también deposita un beso ligero en los labios de él. Ambos sonríen, y Davis vuelve a estrecharla entre sus brazos y la aprieta un poco; respira profundamente, aspirando el aroma de Anni, su perfume dulzón, la fragancia a manzana que desprende su cabello, la energía y el amor que emana de cada uno de sus poros.

—Más te vale, o te las verás con mi padre —. Es una broma de mal gusto, y Davis se lo hace notar con una mueca amarga, lo que desprende una risilla en la castaña —. Vamos, tonto —. Baja la mano hasta la del chico y se la toma con ternura.

—Bueno, deberás esperar a que guarde mis cosas, o irte sola.

Ella duda unos segundos.

—Mm... Bueno, te espero abajo. Acompañaré a Rin a la salida.

La eterna lucha entre la luz y la oscuridad I: El Mundo de las TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora