«No hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado, para darte cuenta de cuánto has cambiado tú.» Nelson Mandela
El grupo de amigos aparece en pie en un lugar acromático. El aire es tan denso que les cuesta respirar. La soledad es tan inmensa que sienten su peso sobre los hombros, y sus corazones se empequeñecen por la impresión de un mundo desolado.
—¿Este es el sitio? —pregunta Tai, mirando hacia todos lados tratando de descubrir si ha habido algún error en el funcionamiento de la puerta digital y han ido a parar a otro mundo.
—Sí —confirma T-K, tomando el D-3 en su mano derecha. La pantalla solamente indica la presencia de los dispositivos de sus dos amigos —. Al menos aquí sí funcionan —comenta un poco sorprendido.
—¡Es verdad! —exclama emocionada Yolei, corroborando el suyo.
—Oigan, muchachos —los interrumpe el mayor de los Yagami, que se alejó algunos metros de ellos —. No es que no me interese lo que están diciendo, pero vinimos aquí a rescatar a mi hermana —les recuerda evidentemente impaciente.
—Sí, claro. Ya lo sé —murmura T-K, bajando la vista hacia el suelo un instante. Luego, se le ocurre volver a revisar su dispositivo digital. Presiona uno de los botones y en la pequeña pantalla aparece un mapa, con un manchón coloreado en blanco, luego vacío, y más abajo, una manchita blanca con los tres puntos rojos parpadeando —. Creo que con esto podremos llegar a la orilla del Mar. Después de todo, allí es donde estuve la primera vez con Kari.
Inoue imita al portador de la esperanza y revisa el mapa de su propio D-3. Al comparar ambas imágenes, comprende que el sector coloreado en blanco es donde han estado con sus dispositivos encendidos en el pasado, pues el mapa que aparece en el suyo es bastante diferente al del verde con gris.
—Entonces, ¿yo estuve aquí con Kari y Ken? —pregunta para tratar de confirmar sus pensamientos, señalando la mancha blanca que figura en el suyo.
—Sí, eso es lo que creo.
—Perfecto, entonces debemos seguir tus indicaciones —. Taichi regresa con el par y se coloca a la izquierda de T-K, como si este fuera una especie de GPS caminante del que no debiera alejarse.
—Supongo...
—En marcha, chicos. No quiero permanecer ni un segundo más de lo necesario en este horrible lugar —insiste Yolei abrazándose a sí misma, como si una helada corriente de aire la hubiera rodeado repentinamente.
—Bien, por aquí.
Mirando la diminuta pantalla del aparato verde y gris, T-K avanza hacia el frente, escoltado por sus dos amigos.
• • •
Con paso presuroso, se dirige a su departamento después de la clase de kendō con su abuelo. El atardecer avanza inevitablemente, y la luz y el calor comienzan a menguar de manera notable.
En el trayecto, pasa por una plaza desolada con un único columpio ocupado. La figura que se mece suave llama su atención, porque no se trata de un niño pequeño con sus padres. Al contrario: es un adolescente solitario al que no demora en reconocer. Y entonces su corazón se acelera y las mejillas se le encienden.
Agradece que el pelirrojo esté de espalda y que los tonos anaranjados del atardecer reboten en su rostro como si de un espejo se tratase, porque de lo contrario, probablemente no tuviera las agallas de acercársele en ese estado.
—¿Davis? —pregunta, aunque ya sabe la respuesta.
Sobresaltado, el aludido se voltea. Pero no lo mira asustado, sino enojado; al menos, por un instante.
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La eterna lucha entre la luz y la oscuridad I: El Mundo de las Tinieblas
Fanfiction«La luz cree que viaja más rápido que cualquier otra cosa, pero se equivoca; da lo mismo lo rápido que pueda viajar, porque al final, la luz descubre que la oscuridad ha llegado antes que ella y la está esperando.» Terry Pratchett «¿En dónde estoy...