Capítulo 17: Luz

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«Con esta mano aliviaré tus penas; tu copa jamás estará vacía, pues yo seré tu vino. Con esta vela guiaré tus pasos en la oscuridad. Con este anillo yo te desposo.» La novia cadáver


Kari vuelve a abrir los ojos, confundida porque ya no se encuentra en la celda donde recobró la consciencia por primera vez. ¿De nuevo se ha quedado dormida?

«No» se responde. Parpadea un par de veces, porque se da cuenta que está avanzando aunque no le esté ordenando a sus pies que caminen. «Detente» suplica mentalmente. Lógicamente, la criatura no reacciona a su pedido silencioso.

—¿Por qué? —logra articular. —¿Por qué yo? —cuestiona en voz alta, aunque no lo suficiente como para que alguno de sus captores tenga la decencia de responderle.

«¿Será que soy demasiado débil? Aunque quiera parecer una chica fuerte, no puedo hacer muchas cosas sola. Únicamente logro que mi hermano y Takeru se preocupen por mí.» Sin embargo, hay algo más. No. Alguien más, que se le escapa de su frágil memoria corrompida por la oscuridad.

—Has despertado —comenta una voz de ceniza —. Justo a tiempo.

—¿A tiempo para qué? —murmura, confundida. Aprieta los ojos con fuerza y los vuelve a abrir, ligeramente más despabilada.

Realmente, de no haberse encontrado cautiva por los Divermon con el fin de obligarla a contraer matrimonio y violarla, Kari debía admitir que el sitio estaba hermoso.

En el fondo del Mar había caracoles de colores, un arco decorado con perlas de tamaño extremadamente grandes como para proceder de su mundo, ramilletes de algas y corales de vivos rojos y anaranjados. Y con el brillo que desprende su propio cuerpo, rebotando en las perlas, casi parece algo mágico.

«Voy a casarme con un digimon y no puedo hacer nada para evitarlo.» Porque cuando comenzó a ver a su alrededor, descubrió que sus brazos se encuentran sujetos a su tronco por una especie de lazo invisible pero sumamente resistente. Ese mismo lazo que se acorta segundo a segundo, dirigiéndola inevitablemente hacia su trágico destino.

Una expresión de horror se apodera del rostro de Kari, y un instante después se transforma en furia.

—¡No! —grita nuevamente histérica. No sabe, ni le importa cómo, es capaz de respirar en el agua. —¡No lo haré, me niego!

En el Mundo Real, cuando uno de los prometidos pronuncia esa palabra, la boda se cancela de inmediato ante la estupefacción de los invitados. Sin embargo, aquella situación es diferente. No hay testigos, ni un Juez, ni ramo, ni vestido... ni amor. Solo miedo, ira, decepción, tristeza; todos mezclados en un torbellino en constante movimiento, generándole vértigo a la castaña, que no tiene forma de defenderse ni reaccionar más que gritar y patalear inútilmente.

Poco a poco, centímetro a centímetro, la distancia entre Kari y uno de sus captores, se acorta hasta que finalmente se encuentran cara a cara. La figura negra con inexpresivos ojos blancos rodea a Hikari con sus deformes y extremadamente largos brazos monstruosos.

—Estamos aquí reunidos —comienza a decir otra de las criaturas sin labios —, en presencia del infinito Mar, para unir final y felizmente a esta humana... —señala a Kari —y a este... eh... —duda cómo describirse a sí mismo —ser...

—¡Termina de una vez! —exige aquel que abraza a Yagami, mientras ella continúa pegando patadas al agua que no moja ni asfixia. —A nadie le importan esas palabrerías.

El discursante guarda silencio un momento, dubitativo.

—Pero yo quería decirlas —replica casi con lástima.

La eterna lucha entre la luz y la oscuridad I: El Mundo de las TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora