Capítulo 26: Sinceridad

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«No pensé que extrañarías lo que no recordabas.» Hancock

«Un poco de sinceridad es una cosa peligrosa, pero mucha sinceridad puede ser absolutamente fatal.» Oscar Wilde


A pesar de que el cielo está despejado, al sol le cuesta calentar las superficies de la lejana Tierra, donde los adolescentes se abrigan desde los dedos de los pies hasta la raíz descubierta del pelo.

Dentro del salón de clases, la calefacción encendida provoca que las ventanas se empañen, así que el exterior es invisible para los estudiantes. Ya no nieva, pero solo se ve blanco por el vapor. Aun así, Mimi tiene el rostro volteado hacia el vidrio, donde dibuja con una uña la silueta de Palmon. Últimamente ha estado pensando mucho en ella.

Un suspiro escapa de sus labios a la vez que instintivamente se lleva la mano derecha a la cadera, donde tiene enganchado su digivice. A veces le da la impresión de sentirlo vibrar, que reacciona a algún estímulo inconsciente generado por ella, pero cuando lo revisa comprende que solo ha sido su imaginación, sus ganas de volver a ver a su compañera.

Hace tiempo que no habla con Michael sobre el Digimundo ni se reúnen con otros Niños Elegidos de Estados Unidos que, como ellos, ya no son tan niños. El tiempo pasa imparable, lo puede ver en cada estación del año: en la nieve amontonada en el piso que se derrite para dar paso a los primeros pimpollos primaverales; en la brisa cálida del verano que agita las hojas de los árboles que poco a poco se van tiñendo de marrón para luego desnudar las ramas que se cubrirán nuevamente del manto blanco invernal. Lo ve en los pájaros: hace un mes, en el nido más cercano a la ventana de su pupitre, había dos pichones; ahora hay dos nidos y cuatro palomas adultas. Lo nota en sí misma: en el rostro que dejó atrás el dulce aspecto aniñado para dar paso a un maquillaje sutil y sobrio, en el pecho que ya no es plano y que atrae las miradas de los demás adolescentes, en las piernas largas y torneadas que luce bajo faldas cortas porque simplemente le gusta sentir la libertad del viento en su piel, sobre todo cuando el fresco le pone la piel de gallina.

Mimi ya no es la niña inocente que desapareció del campamento de verano para sumergirse en las aventuras que la convirtieron en la chica que es hoy; no se considera una mujer hecha y derecha, pero sabe que está en camino de convertirse en ese alguien que siempre quiso ser.

—Oye, Tachikawa, ¿tienes algo que hacer este fin de semana? —La voz de Mark la regresa al presente y al salón de clases atestado de voces animadas.

—Sí, ya tengo planes —. Y esta vez no se tratará de una nueva aventura nocturna.

—¿Y estás segura de que no puedes... cancelarlos? —Mark se acerca a ella para murmurarle haciendo un gesto significativo con la cabeza. —Tengo dos entradas para el concierto de Green...

—Mark —lo interrumpe, apenas haciendo rozar las yemas de sus dedos en la camiseta del chico —. Si quiero volver a pasar la noche más aburrida de mi vida, te llamaré—aleja sus manos de él y lo despide agitando los dedos con delicadeza, más bien como si estuviera intentando soltarse un cabello que se le hubiera quedado enredado.

—¿Eso es un tal vez?

—Adióos —canturrea, a la vez que le sonríe apretando los labios y sin dejar de mover los dedos.

• • •

La pregunta no lo toma tan de sorpresa como cabría de esperar. Hikari es la hermana de Tai. Otra Elegida, igual que ellos. Y eso es lo que responde, seguido de un imperceptible encogimiento de hombros, aunque sus pupilas se mantienen clavadas en el serio rostro níveo de Cody.

La eterna lucha entre la luz y la oscuridad I: El Mundo de las TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora