Capítulo 29: Cabos sueltos

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«Tenemos cicatrices en los lugares más insospechados como si fueran mapas secretos de nuestra historia personal, vestigios de viejas heridas.» Anatomía según Grey


Mori no fue a clases ese día ni le ha respondido hasta el momento los mensajes de texto. Molesto, al salir del instituto Jō va hasta la dirección que le dejó el día anterior: sabe que no tiene opción si quiere que terminen el dichoso trabajo.

Ata la bicicleta en la planta baja y sube hasta el piso de Mori, donde golpea con cierta brusquedad la puerta. Después de casi un minuto, esta se abre.

—¿Quién es? —pregunta un hombre alto, corpulento, con traje y una brillante pelada coronando su cabeza.

—B-buenos días señor —tartamudea —. Estoy buscando a Hotaru Mori, soy Jō Kido, un compañero de clases. Vengo porque quedé con su hija esta tarde para terminar un proyecto.

El hombre abre los ojos tanto que a Jō le da la impresión de que se le saldrán de las cuencas, y pronto el rostro se le tiñe de un rojo oscuro.

—¡¡HOTARU!! —exclama mientras la puerta se cierra con brusquedad, dejando al elegido de la sinceridad de pie en el pasillo, con la incredulidad pintada en el rostro.

—¡Que no es mi novio! —se escucha desde el otro lado de la puerta.

—¿Y entonces por qué ibas a esperar a que me fuera para traerlo a tu habitación?

—¡Es un maldito proyecto del maldito instituto!

—Cuida tu lengua, niña —. Algo se rompe en el departamento, y el pobre de Jō se queda allí, escuchando todo., dudando de si interrumpir la discusión o salir corriendo del edificio. Evidentemente acaba de meter en problemas a Hotaru.

»Ponte algo decente, ¿qué clase de señorita se viste así? Y quítate el labial, pareces una ramera.

—Te odio.

—¿¡Qué dijiste!?

—¡¡Que te odio!! —La puerta vuelve a abrirse y Kido se aleja para evitar que lo golpeen con ella. Del departamento sale Hotaru hecha un torbellino y cierra la puerta de un golpe antes de salir corriendo hacia las escaleras.

—¡Mori, espera! —Se lanza a correr torpemente detrás de ella, trastabillando al principio y con cierta dificultar por el morral que cuelga en su lado izquierdo. Al acabar de bajar las escaleras, alcanza a la castaña, y le posa una mano sobre el hombro para indicarle que se detenga.

—¿Por qué hiciste esto, Kido?

—¿Hacer qué?

—Venir después de la escuela —. Algo desvía la atención de Hotaru por un instante —. Oh, no —se voltea con claras intenciones de seguir corriendo, pero el futuro estudiante de medicina vuelve a detenerla.

—Vamos en mi bicicleta.

Como no tiene otra opción para escapar rápidamente, la chica acepta. Jō se abalanza sobre su bicicleta, le quita la cadena con el candado en una carrera a contrarreloj con el padre de Hotaru y sube, seguido por su compañera. Apunta hacia la calle y comienza a pedalear con fuerza, aumentando a cada segundo la velocidad.

—Rápido, Kido, rápido —lo apremia Hotaru, mirando hacia atrás cada tanto para verificar si su padre aun los sigue.

• • •

—¡Ajá! ¡Vuelves a mí arrepentida! —grita Mimi ni bien atiende la llamada, señalando a la pantalla. —¿Eh? ¿Y ahora por qué lloras?

Sora se remueve inquieta en la silla de su escritorio. Tiene los ojos y la nariz enrojecida y está haciendo un bollo uno de los pañuelos de papel.

La eterna lucha entre la luz y la oscuridad I: El Mundo de las TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora