Capítulo 19: Confesiones

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«Abraza tu peor miedo. Únete a la oscuridad.» Liam Neeson 


—¡¿QUE HIZO QUÉ?! —exclama entre furiosa y sorprendida la adolescente de ojos color miel a la su amiga que ve a través de la pantalla de su ordenador.

—Que me... tocó el trasero cuando me devolvió mi cartera —reitera con vergüenza la pelirroja. Su rostro blanco como la leche adquiere por segunda vez un tono rojizo, demostrando la incomodidad de la situación.

La chica de los bucles se sienta en la silla de su escritorio con los brazos cruzados y el rostro serio con la intención de contenerse para no lanzarle algo a la pantalla. A su espalda, la radio reproduce una canción de rock en inglés.

»¡Me siento tan tonta! ¿Cómo pude caer en su trampa? —pregunta consternada la pelirroja desde Japón, hundiendo el rostro entre las palmas de sus manos y tomando con fuerza su cabello.

—¡Es porque eres muy inocente! —exclama ella con obviedad. Sora es su mejor amiga y la adora, ¡pero a veces es tan niña! —Lo tendrías que haber golpeado —resuelve, gesticulando con su mano derecha —, o mínimamente gritado para que el resto de la gente se entere que es un depravado.

—¡¿Qué dirá Yamato ahora!? ¡Pensará que intento liarme con su amigo! —la preocupación aumenta segundo a segundo en Sora.

Al mismo tiempo, la ojimiel comienza a hablar, superponiéndose a la pelirroja.

—Mira, la primera vez que un chico me tocó el trasero, fue la última vez que le tocó el trasero a una chica —exclama, aumentando el tono de su voz para que Takenouchi la oiga sin problemas por sobre la música y sus propios lamentos—, eso te lo aseguro —y le muestra su bíceps izquierdo que el vestido veraniego deja al desnudo —. Claro, debo agradecerle a mi padre por las clases de defensa personal —piensa al final en voz alta, señalando con un ojo cerrado a la cámara web que se encuentra justo frente a ella.

»¡Amiga, basta! —Antes de que Sora comience a hacer catarsis digital, ella la interrumpe para darle un discurso motivador. O al menos esa es su intención. —Si Yamato te acusa o te pregunta algo, solo dile la verdad: que su amigo es un pervertido y un acosador —. Se levanta determinante de la silla, haciendo un gesto con las manos como si todo hubiese acabado —. Y que te da miedo —. Le da la espalda a la cámara y a la computadora y ve el reloj que cuelga de su pared empapelada en rosa.

Camina hasta su tocador y comienza a rebuscar en él hasta que da con lo que desea.

—¿Y si no me cree?

—¿Alguna vez le has dado motivos para hacerle creer que le eres infiel? ¿Le has mentido? —pregunta resuelta aquella que en el pasado tuvo un envidiable cabello castaño claro, pero que ahora lo luce rosa oscuro.

Aun de espaldas a su amiga, se coloca delante de un espejo que la cámara web capta a la perfección.

—No...

—¿Y entonces? ¿Por qué dudaría de ti ahora?

—Porque Kawabata es su amigo. Están juntos en la banda y... ¡¡MIIIMIIII!! ¿¡PUEDES DEJAR DE PEINARTE Y PRESTARME ATENCIÓN!? —El excesivamente alto tono de voz con que Sora se dirige a su amiga, provoca que esta se sobresalte por la saturación de los parlantes.

—¡SORA! —exclama Mimi, volteándose para señalarle a la pelirroja el horror que acaba de hacerle cometer: una espantosa línea uniforme que decora desprolijo e inadecuado su párpado derecho. Intenta hacerla sentir culpable mostrando el ceño fruncido y apoyando las manos en las caderas.

La eterna lucha entre la luz y la oscuridad I: El Mundo de las TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora