Capítulo 20: Disculpas

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«A veces me miraba brevemente y sonreía. Yo la miraba de reojo y me daba cuenta de que sólo con mirarla se me hacía menos difícil creer que tal vez quedaba algo bueno y decente en este perro mundo.» El juego del ángel: Carlos Ruiz Zafón


Lunes. Por fin lunes. No puede creer que haya llegado el día en que volverá a ver a Annika. En que le pedirá disculpas y le entregará el poema que preparó con ayuda de Cody el día anterior. Definitivamente Cody es el mejor amigo que uno pueda tener.

Emocionado aunque aun dolorido, Davis brinca de la cama al primer pitido del despertador. Además, el olor de los panqueques de su madre lo incita a vestirse con premura para disfrutar de un delicioso desayuno casero y hecho con todo el amor.

¡Qué día tan maravilloso!

Davis se coloca el uniforme perfectamente planchado y sin arrugas que su madre le colgó la noche anterior mientras él intentaba conciliar el sueño con un kilo de hielo sobre el rostro para disminuir la inflamación todo lo posible y así encontrarse presentable para Akiyama.

Se mira al espejo con la camisa blanca y la chaqueta verde. Su aspecto no es el mejor de todos, pero al menos no está tan mal como el domingo a la mañana, que parecía un verdadero monstruo.

Ya listo, sale de su cuarto y saluda con una sonrisa a su familia. En pocos minutos se zampa media docena de panqueques y se retira de la casa con el portafolios sobre su hombro izquierdo.

Camina tarareando mentalmente una canción. Saluda a los dueños de las tiendas que comienzan a abrir y contempla algunas vidrieras sin demasiado interés.

De pronto, pasa por una heladería que queda cerca de la escuela, y se detiene en seco al llegar a la construcción siguiente.

—¿Qué? —confundido, retrocede unos pasos y se acerca al ventanal con la mano derecha haciendo de visera. —Debió ser mi imaginación —murmura cuando no ve en el interior del local a la persona que, hubiera jurado, estaba allí unos segundos antes.

Alguien abre la puerta de la heladería para colocar un cartel, y el sonido de la campanilla llama la atención del pelirrojo, que se voltea de inmediato.

—Buenos días, ¿puedo ofrecerte algo? —lo saluda amablemente la empleada, que viste de rosa y blanco, a juego con los colores del pequeño edificio vidriado. Lleva el cabello castaño recogido en una cola de caballo, y sus ojos... Davis está seguro que ha visto esa mirada en algún lado antes, pero no logra descifrar dónde.

Ámbar.

—No, lo lamento. No era mi intención molestar. Yo... —mira el reloj de pulsera en la muñeca de la chica y sus ojos de abren inmensamente —llegaré tarde a mi clase —y dicho esto, comienza a correr en dirección al instituto.

De manera automática disminuye el paso cuando considera que está lo suficientemente lejos de la heladería. Su corazón late rápido y unas gotas de sudor resbalan por su nuca. Inspira por la nariz y expira por la boca sonoramente.

—¡Concéntrate, Davis! —se anima en voz baja.

Ámbar.

—Buenos días —dice una voz detrás de sí, y se voltea para ver de quién se trata. Pero no reconoce al chico que se le acerca.

—Eh, sí, bu... —pero alguien lo interrumpe, gritando animadamente.

—¡Buenos días! —Es otro estudiante con el mismo uniforme que él. Y a ese sí lo reconoce, es compañero de clases de Yolei. Entonces cae en la cuenta de que el primero no lo estaba saludando a él, sino al castaño que acaba de salir de la puerta de su casa. Y de alguna manera, eso molesta a Davis.

La eterna lucha entre la luz y la oscuridad I: El Mundo de las TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora