Capítulo 30: 12 de abril

181 10 3
                                    

«Si solo te dieras cuenta cuán importante eres para la vida de aquellos que conoces, cuán importante podrías ser para la gente que aun no has soñado conocer. Hay algo en ti que dejas en cada persona que conoces.» Fred Rogers


—¡¡Hermano, llegaremos tarde!! —La voz de Kari se oye en toda la casa, un poco ahogada por los golpes que propina a la puerta de madera de la habitación de Taichi. Aun desde fuera, puede oír los ronquidos de su único hermano, lo cual la molesta aun más.

Al ver la expresión de preocupación de su hija, Yūko se acerca con el uniforme del trabajo ya puesto y le coloca una mano en el hombro a la menor de la familia.

—Taichi, apresúrate o Hikari se irá sola.

Un ruido en el interior de la habitación les indica a ambas que las palabras han surtido su efecto. Madre e hija se miran y sonríen, y de inmediato Taichi aparece en una pequeña rendija de unos cinco centímetros, con grandes ojeras debajo de sus ojos y expresión de enfado.

—Eso es una broma de muy mal gusto.

—No es ninguna broma —lo acusa Yūko, señalándolo con el cucharón de madera justo a la altura de la nariz —. Ya me voy a trabajar. Kari, si tu hermano no se apresura, vete sola.

—Sí, mamá —responde ella cuando la mujer se aleja para dejar el utensilio sobre la mesa. Luego se dirige a la entrada, donde se coloca los zapatos de trabajo con rapidez.

—Adiós, los quiero —. Se despide y desaparece detrás de la puerta principal del departamento con una sonrisa en los labios.

—Y nosotros a ti.

Hikari se aleja de la habitación de Taichi y se sienta a la mesa para esperarlo con impaciencia, con el portafolio negro en el suelo y el teléfono celular rosa en su mano derecha.

«No me esperes. Llegaré tarde por culpa de Taichi de nuevo.

---

Enviado a T-K»

«No te preocupes, aquí estaré.

---

Recibido de T-K»

Kari se lleva el teléfono al pecho un segundo, pero el ruido de la cerradura de la puerta de su hermano al abrirse la sobresalta y entonces lo mete en su portafolio sin cuidado.

—¿Lista? —pregunta, acercándose a ella con la corbata mal anudada y expresión de cansancio.

—Sí —responde ella, sonriente. Se pone en pie de un salto y toma el bolso del suelo.

—Bien, vámonos.

• • •

El viento fresco sopla y le revuelve el cabello, y arrastra consigo un aroma familiar y dulzón que le hace dibujar de manera inconsciente una enorme sonrisa en el rostro.

Takeru se voltea y la ve llegar, con la falda verde ondeando a cada paso, las medias blancas subidas hasta las rodillas, y el broche en el lado izquierdo del cabello. Y a su lado, el castaño con el pantalón azul, la chaqueta celeste, la camisa blanca y el ceño que frunce en cuanto lo reconoce a la distancia.

Takeru estira un brazo y lo agita en el aire para saludarlos. Kari aprieta el paso para llegar a él; en cambio, Tai lo disminuye.

—Buenos días —les dice en cuanto están lo suficientemente cerca para no tener que gritarles.

La eterna lucha entre la luz y la oscuridad I: El Mundo de las TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora