Capítulo 22: Es demasiado tierno para ser llamado amor

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«Y cuando vi su sonrisa, lo supe. Esa era la sonrisa que quería ver siempre al despertar, durante el resto de mi vida.» Mario Benedetti


—Hermano, bájame, puedo caminar sola —pide Kari después de unos cuantos minutos de caminata, cuando siente que la respiración de Taichi se vuelve dificultosa para luego dar paso a un jadeo constante.

Tai se detiene y ella siente la mirada fija que le dedica por sobre el hombro, aunque no puede verle el rostro. Conoce tan bien a su hermano que es capaz de figurarse la mueca que tiene en ese preciso momento.

—Kari, no insistas... —se niega él, aunque detiene su andar para recuperar nuevamente el aliento.

Takeru, que estaba por detrás de los Yagami, se apresura para alcanzarlos.

—¿Pasa algo malo? —pregunta preocupado, mirando intercaladamente a uno y otro castaño, pero observando con cuidado a Kari cada vez que sus pupilas viajan hacia ella.

Kari le sonríe con intenciones de tranquilizarlo, y responde resuelta:

—Mi hermano cree que estoy inválida y no quiere dejarme caminar sola.

—Kari, eso puede ser peligroso... —se niega también el rubio, empleando un tono que media entre la preocupación y la dulzura.

—¿Peligroso por qué? —pregunta, ahora frunciendo el ceño. La tiene un poco cansada que la traten como a una niña tonta.

—¿Y ahora qué sucede? —pregunta Yolei, que tuvo que desandar el camino porque era la que lideraba la caminata, en cuanto oyó las voces de los otros tres viajeros.

—Puedes... no sé, tropezarte, caerte. ¿Qué tal si te desmayas?

—T-K, te digo que puedo ir sola —insiste, molesta, y le da un golpe suave a Tai en la espalda con el puño cerrado.

—Taichi, déjala, yo caminaré con ella. Te prometo que todo estará bien.

Tai mira a Yolei con cierta expresión de reproche. ¿Desde cuándo una mocosa tiene más autoridad que él? Sobre todo, la que al principio de aquella desventura era la que más se quejaba de tener que caminar.

—Por favor, hermano... —intenta nuevamente Hikari, esta vez con voz dulce.

—Tai... —dice T-K, endureciendo su mirada y el tono.

Ahora el exlíder de los Niños Elegidos mira al rubio.

Y suspira.

—De acuerdo, pero en cuanto te sientas mal volveré a cargarte —accede —. Y sin peros.

—Claro que eso no pasará —intenta calmarlo Kari, aunque, para ser sincera, ahora no estás tan segura de poder mantenerse en pie demasiado tiempo.

Tai se arrodilla en la tierra gris clara y desenlaza las manos para liberar a Kari, que con cuidado pone un pie descalzo en el suelo.

Por primera vez en muchísimas horas, Kari vuelve a sentir la firmeza de la tierra bajo sí, y le resulta una sensación sumamente agradable, a pesar de que aun siente que su cuerpo estuviese flotando en una nube.

Da un paso hacia Yolei también con cuidado, probando sus límites, como si se tratase efectivamente de una persona que había perdido la movilidad de sus miembros inferiores y ahora pudiera volver a utilizarlos.

Dos, tres, cuatro pasitos, y está delante de su amiga. Contrario a lo que había esperado, no se siente mareada, aunque todo lo que la rodea parezca irreal y la descoloque momentáneamente.

La eterna lucha entre la luz y la oscuridad I: El Mundo de las TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora