«Nuestras maletas maltrechas estaban apiladas en la acera nuevamente; teníamos mucho por recorrer. Pero no importaba, el camino es la vida.» Jack Kerouac
—¿Consume frecuentemente estupefacientes?
—¿Qué rayos? ¡No! —Es la quinta vez consecutiva que responde negativamente, esta vez frunciendo el ceño y alzando la ceja izquierda para demostrar la incredulidad ante las preguntas del oficial.
—¿Sabe cómo llegó aquí?
El policía lo mira desde una cómoda silla de hospital, con la espalda separada del respaldar, inclinado hacia adelante y las manos sujetas entre sí en el espacio que dejan sus piernas separadas.
Yamato trata de hacer memoria, pero todo le parece bastante confuso. Recuerda el dolor de los golpes de Kawabata en su cara, pero apenas es consciente de por qué comenzó todo. Parece tan lejano... necesita tiempo para pensar, pero pensar supone un gran esfuerzo y provoca que le duela la cabeza.
»¿Por qué golpeó a su amigo? —continúa, haciendo algunas anotaciones en una libreta electrónica.
—No es mi amigo y... yo no lo golpeé —. Recordaría la satisfacción de haberle roto la cara a ese idiota y, en cambio, lo que siente es vergüenza de sí mismo. ¿En qué momento pensó que tenía oportunidad contra Kawabata?
El policía lo mira seriamente y arquea también una ceja.
—¿Puede explicarme cómo es que el otro chico también acabó en el hospital con múltiples hematomas y el labio partido?
Yamato resopla. De haber peleado, Naoki no la habría sacado tan barata. No después de lo que le hizo a Sora.
Sora...
—Yamato... —suspira el señor Ishida, que llegó en algún momento en que su hijo estaba aun inconsciente. Lo mira consternado, con los hombros caídos y las piernas flojas, como si en cualquier momento pudieran ceder ante su cansancio y dejarlo allí desplomado.
De pronto, lo recuerda. El peso de la guitarra entre sus manos era inexistente; primero creyó que por la adrenalina que lo había impulsado a reventársela en la cabeza a Kawabata, pero entonces lo comprende: no fue real. Lo había soñado o imaginado en sus últimos segundos de consciencia, justo antes de desmayarse. El sonido que había percibido como a hueco había sido su propia cabeza golpeando con, probablemente, la guitarra que Kawabata había dejado destruida a su lado. Ese dolor sí había sido real, el de ver su instrumento destrozado, irreparable. El primer instrumento que se había comprado con su propio dinero después de haber estado usando por varios años el bajo de su padre.
—¿Qué? Yo no le hice nada. Kawabata me partió la cara contra la pared y caí inconsciente. ¿Cómo que supone que iba a hacerle nada? —pregunta exasperado. Trata de contener la ira y el dolor que le provocan el recuerdo de las clavijas brillando bajo la luz del techo del garaje.
Su propio padre no le cree.
El policía suspira profundamente.
—Bien, chico, escucha... Como ambos son menores de edad y no están intoxicados, esto no pasará a mayores —habla en tono confidente, como si quisiera incitarlo a confesar algo que cree que está ocultando—. Deberán cumplir algunas horas haciendo servicio a la comunidad —explica con tono un poco duro y luego se pone completamente serio para agregar: —, pero la próxima vez que alguno reciba una denuncia, no será tan fácil. Quedas advertido, chico.
—Gracias, oficial —. Hiroaki Ishida hace una reverencia al uniformado, quien espera oír algo por parte de Yamato, pero este permanece inmóvil y mudo, con la vista clavada en la libreta electrónica.
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La eterna lucha entre la luz y la oscuridad I: El Mundo de las Tinieblas
Fanfiction«La luz cree que viaja más rápido que cualquier otra cosa, pero se equivoca; da lo mismo lo rápido que pueda viajar, porque al final, la luz descubre que la oscuridad ha llegado antes que ella y la está esperando.» Terry Pratchett «¿En dónde estoy...