Capítulo 24 ½

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«La esperanza es lo único más fuerte que el miedo.» Los juegos del hambre: Suzane Collins


—Me pregunto... cuándo fue que pasó —dice Kari en voz baja, al cabo de casi un minuto de silencio que no hace más que incomodarlos a ambos.

—¿Qué cosa? —pregunta T-K, sorprendido porque sea ella quien hable por fin. Pero en lugar de responder con palabras, la castaña coloca su mano izquierda encima de su propia rodilla con la palma hacia arriba, como esperando a que él haga lo mismo Y la imita. Entonces ella acerca su mano a la de T-K, como comparándolas a la distancia.

—Allí abajo me di cuenta de que... tú siempre estuviste conmigo, ¿cierto? T-K, tú siempre me protegiste —. Lo dice como una reflexión, como un pensamiento en voz alta de todos los que seguramente agolpan en su mente a la vez e incesantemente. Él no dice nada. Tiene la impresión de que Kari va a seguir hablando, y para él, escucharla siempre fue más importante que hablarle.

»Desde el principio, siempre me ayudaste. Y yo siempre confié en ti.

La voz de Hikari se quiebra, pero ninguna lágrima cae de sus ojos ambarinos. A ella nunca le ha gustado llorar en público, contrario que a Mimi o que él mismo en el primer viaje al Digimundo. Kari siempre ha sido fuerte, mucho más que él incluso, aun a pesar de lo frágil que parece, sobre todo cuando enferma.

»Desde que éramos pequeños yo he apilado mis sueños y mis sentimientos aquí —. Coloca el dorso de su mano sobre la palma derecha de T-K, y la reacción de él es cerrarla para atrapársela suavemente, entrelazando los dedos.

»Gracias por guardarlos—dice, doblando sus dedos largos y delgados, delicados como toda ella, para que se superpongan con los de T-K, más gruesos y ásperos. Así, quizás, de esa manera no puedan escaparse nunca.

—No tienes nada que agradecerme —. En un instante, el cuerpo de Kari se pega al de él, pero no puede abrazarla porque sus manos están unidas delante de ellos. Entonces Hikari apoya su cabeza en el hombro de Takeru, y él deja escapar en un profundo suspiro todo el aire que tenía dentro, como si se sintiera aliviado ante el contacto de su amiga. De su mejor amiga. De la chica que le gusta desde que la conoce.

—¿Sabes? Siempre me han gustado tus ojos.

—¿Mis ojos?

Ella asiente con la cabeza, sin despegar la mirada de las manos.

—Me recuerdan al mar.

A veces esas palabras pueden resultar peligrosas en los labios de Kari, pero no esta vez. Esta vez transportan calma, dulzura, y las pupilas de Takeru brillan cuando ella lo mira directamente al azul intenso, como si de pronto estuvieran en una habitación llena de luz.

Kari es su luz.

Los ojos de Takeru brillan cada vez que la ve; ella es la responsable de la alarmante velocidad a la que su corazón bombea la sangre, la responsable de que las mejillas se le tiñan de rojo, de que un cosquilleo ocupe el espacio de su estómago, como si un conjunto especialmente grande de mariposas se arremolinara tratando de encontrar la salida de él.

»A la Bahía de Tokyo, a la playa... —continúa en voz más baja, aun pensando en voz alta, probablemente transportando al presente las imágenes de la playa que se extiende a un lado del instituto. T-K puede imaginar el agua brillando por los rayos del sol, las pequeñas olas chocando contra la arena blanquecina, el Puente Arcoíris adentrándose en las aguas y perdiéndose de la vista. La brisa suave revolviéndole el cabello. Incluso se atreve a imaginar a los Elegidos disfrutando de una tarde de verano bajo los cálidos besos del Astro Rey, y resulta una sensación sumamente relajante.

—Estuviste mirándome, ¿cierto? —Kari interrumpe en sus pensamientos y deshace las ilusiones.

—¿Cómo? —por su reacción, resulta obvio. El rubio da un respingo y se aleja un centímetro hacia atrás, entre avergonzado y sorprendido de que ella se hubiera dado cuenta.

—Cuando veníamos hacia aquí. Sentí tu mirada en mi espalda, pero cuando me giré, la apartaste.

—Ah, es que... —Se rasca nervioso la nuca, sin saber qué excusa poner. Es verdad. La había visto alejarse paso a paso de él; aunque estaban a pocos metros de distancia, Kari se le escurría como el agua entre sus manos.

—No vuelvas a hacerlo, ¿sí? No vuelvas a apartar tu mirada de mí —y mueve un poco la cabeza sobre su hombro, como queriéndose pegar aun más. Tratando de no sentirse acobardado por la segura mirada crítica de Taichi, T-K vuelve a inclinar su propia cabeza para hacerla reposar sobre la de Kari, de modo que los cabellos castaños se le peguen a la mejilla —. Eres muy importante para mí —suspira, y a él se le encoge el corazón.

—No lo volveré a hacer —le asegura, y aprieta un poco más la mano de ella, pero sin hacerle daño.

—¿Takeru?

—¿Mh?

—Te quiero.

Como si se estuviera incendiando por dentro, Takeru siente cómo su corazón arde por completo y extiende esa sensación por todo su cuerpo. Finalmente, como era de esperar, el calor se agolpa en su rostro.

—Yo también te quiero.

Y como guiado por una fuerza externa, se separa de Kari e inclina su rostro sobre el de ella. Por un instante se queda en aquella posición, evaluando la reacción de la castaña, que no se aleja siquiera un milímetro de él. Los ojos ambarinos de Kari brillan con intensidad. Takeru se acerca lentamente hacia ella y anula el espacio que los separa. Primero, sus frentes se rozan; luego las narices; por último, los labios.

Fuego. 

╰☆╮

¡¡Buenas y Feliz Navidad! Como no preparé ningún especial,mi regalo será este capi ♥, que además tiene entre sus párrafos la cuarta y penúltima canción de la dinámica.

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La eterna lucha entre la luz y la oscuridad I: El Mundo de las TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora