Capítulo 24: Conocimiento

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«Inteligencia: conócete, acéptate, supérate.» San Agustín


—Oiga, disculpe enfermera. Mi amigo no se siente bien —. Davis irrumpe en la enfermería de la escuela primaria abriendo la puerta con brusquedad, como si no supiera que allí podría haber gente enferma descansando.

—Jovencito, debo pedirle que guarde silencio. Esto es una enfermería, no un teatro —responde la mujer, un poco molesta por la actitud del moreno. Luego relaja su expresión cuando ve a un pálido y avergonzado Cody asomar apenas las zapatillas por detrás del cuerpo de su amigo —. Pasa —le indica al segundo.

—Claro —. Hida obedece y entra al cuarto con las manos sujetas por delante de su cuerpo. Camina con lentitud; siente que las piernas le tiemblan de los nervios, aun cuando no le han fallado en todo el trayecto hasta la tercera planta.

—Siéntate aquí —. La joven enfermera señala una camilla con las sábanas blancas perfectamente estiradas y una almohada de aspecto no muy cómodo, y el castaño vuelve a obedecerle.

Las piernas de Cody cuelgan por el lado de la camilla, con los pies a varios centímetros del suelo. Por el nerviosismo, los hace bailar hacia adelante y atrás mientras espera a que la mujer regrese con el termómetro.

»Bien —. Le entrega el aparato a Cody para que se lo coloque debajo del brazo izquierdo y mientras, ella toma la presión en el derecho.

En toda la enfermería, lo único que se oye es el amortiguado trinar de los pájaros del exterior. En una de las ramas cercanas a la ventana de la enfermería hay un nido especialmente grande con dos pichones que gritan fuertemente llamando a sus padres. Le hacen doler la cabeza, aun cuando el sonido llega apenas audible por las ventanas cerradas.

»Tienes la presión un poco alta, pero no presentas fiebre —explica la mujer, revisando los resultados de los dos aparatitos —. Puedes quedarte un rato aquí. Para la siguiente clase ya estarás bien —. Al decir eso, se encoge un poco de hombros. Realmente no parece haber nada malo en Cody. Él no se siente enfermo tampoco, o no al menos de la manera en que cabría esperar, pero cada vez que ve a Davis, algo en su interior se retuerce, y él no sabe cómo calmar el hormigueo en la boca del estómago.

—Sí, gracias.

—¿Eso es todo? ¿Y yo puedo quedarme con él?

La enfermera lo mira de arriba abajo un momento.

—Creo que lo mejor será que vayas a tu clase. Tu amigo estará bien —. La desilusión se refleja en el rostro de Davis. No quedarse en la enfermería implica ir a clases. Ir a clases, implica ver a Annika. Ver a Annika implica que no podrá hablarle. No hablarle a Annika, implica que no preste atención a las clases por andar pensando en que ella no le habla... Es una cadena de estupideces que ni siquiera él quiere aguantar, no ese día, no con Cody habiendo vomitado en la puerta de la escuela.

• • •

Llega a su salón arrastrando los pies, sumamente cansado. Pasó muchas horas despierto frente a la computadora y, cuando sus ojos ya no soportaron el peso de los párpados y el cansancio, se durmió recostado en el escritorio, con la espalda encorvada y el brillo de las pantallas de lleno en el rostro.

Las ojeras de Izzy son las más grandes que nadie haya visto nunca; algunos compañeros se asustan, pensando que el fin del mundo ha comenzado y serán atacados por una horda de zombis. Pero no. Izzy no muestra señales de querer comerse al alumnado, ni lo persiguen sus supuestos compañeros infectados. Todo está orden... más o menos.

Mientras la clase de Literatura da inicio, Izumi no es capaz de pensar en otra cosa que no sea la puerta cerrada y sus amigos atrapados en ese dichoso Mundo de las Tinieblas. Había oído hablar un poco de él en el pasado, recordó de pronto anoche, pero la información que encontró en su búsqueda por la web y la que recabó de los datos del Mundo Digital, es muy poca, insuficiente para poder hacer él mismo la conexión entre los dos puntos. Para colmo de sus males, la computadora había presentado durante la noche algunos desperfectos que habían cerrado dos veces el programa del rastreador, no mucho antes de que cayera rendido.

La eterna lucha entre la luz y la oscuridad I: El Mundo de las TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora